CAPÍTULO 7

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VICTORIA

Comando, Washington Estados Unidos. Julio 7.

Todos estamos de pie alrededor de la mesa dando nuestro reporte de la misión que fue un completo éxito, si hubiera sido mucho mejor si hubiéramos metido a Scott en una cárcel aquí en los Estados Unidos pero iba hacer imposible llevárnoslos vivo.

Dejo mi informe sobre la mesa mientras escucho como el ex-general me regaña delante de mis compañeros y amigos, diciéndome que no debí haber ido,  que estaba preocupado por que no conteste el teléfono etc.

— Yo le dije que no fuera, pero no me hizo caso. —dice Ivanna, no estaba de acuerdo con que fuera.

— Ese es el problema que la teniente Marchetti no toma advertencias, no toma consejos no hasta que se da contra el muro. —dice mi papá.

Me exaspero.

— ¡Ya! Dejen de hablar como si yo no estuviera aquí. —hago una pausa— Matamos a Scott y llegamos completos y sin errores como lo quería el ministro, ¿No es así? —me giro hacia él— entonces no veo el problema. —digo— Estoy B-I-E-N —digo deletreando al final— BIEN. —digo.

El ministro se pone de pie.

— Si estar bien es tener esos comienzos de ataques de ansiedad que te están dando y que ni siquiera puedes meterte en un puñetero elevador porque estás al borde del desmayo es estar bien, pues aquí todos estamos muy mal. —me grita el ministro y sus ojos azules se destellan en los míos.

Lo aniquiló con los ojos.

— ¿Por eso has estado tomando las escaleras para ir a todos lados? —pregunta Ivana mirándome de forma acusadora.

Todos nos quedamos en silencio y los chicos esta vez me miraron con más preocupación de la que me habían visto desde que llegué del secuestro.

— Puedo sola, déjenme en paz y pónganse a trabajar. —dije y comienzo a caminar a la puerta.

El estruendo de la fuerte voz del ministro me deja congelada ante la puerta, esa voz demandante y ruda.

— Teniente Marchetti en mi oficina en tres minutos. —dijo fuerte y claro.

Quiero girarme sobre mis pies y gritarle de todo menos bonito. No digo nada y abandono la sala de juntas, camino por el pasillo y me detengo frente a una pequeña sala que ocupamos para servirnos café, comer alguna golosina o fritura en un momento libre si aún no es nuestra hora de almuerzo.

Entro y di un portazo, me detengo frente a la máquina de café y comienzo a preparar uno, ¿Quién es ese imbécil para haber dicho eso? no era algo suyo para contar. Quiero volver y darle patadas hasta que caiga en el suelo y lo único que me detiene es que es mi jefe.

Perro, perro y mil veces perro.

Tomo el vaso de café en mis manos y me recuesto contra la pared. La puerta se abre y un hombre de ojos cafés aparece delante de mi, Nick se sirve un vaso de café al igual que yo y comienza a soplarlo levemente recostado en la encimera:

— ¿Por qué no habías dicho nada? —pregunta, nos conocemos desde hace años y en este trabajo se debe tener mucha confianza por los temas y las cosas que nos tocan tratar. Así que no es raro que se preocupe por mi.

— Nicholas de verdad que no estoy para que me jodan ahora. —digo su nombre en vez de usar el diminutivo.

Él da un trago a su vaso con toda la paciencia del mundo.

TÚ Y YOWhere stories live. Discover now