CAPÍTULO 25

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VICTORIA

Agosto 21, Washington Estados Unidos. 14:12.

No se cuando pasó, no se cuanto tiempo pasó, simplemente no lo sé. Solo se que ahora tengo la cara de un color rojizo de tanto llorar, no se cuanto tiempo ha pasado desde que me fui del hospital, Samuel paso la noche conmigo, sin embargo, debemos ser realistas,
él tiene su vida y yo tengo la mía.

Se fue antes de que los doctores lo vieran. Lo entiendo.

Hace horas mi teléfono no deja de repicar con el sonido de las llamas entrantes y mensajes no respondidos en el suelo, hace horas estoy envuelta en mis sábanas, han pasado horas sin que yo comiera algo o bebiera. Han pasado 31 horas era lo único que sabía.

Me pongo de pie y tomo mi teléfono, deslizo el dedo en la pantalla y presiono el nombre de mi padre. Ni si quiera pasan 7 segundos y contesta:

Gracias al cielo... —dice— Estoy preocupado.

¿A que hora es? —pregunto medio desorientada.

Él hace una pausa.

Es a las 1500 —dice.

Bien. —digo y cuelgo.

Veo la hora en el móvil, aún falta tiempo. Me meto en la ducha sin ganas, dejo que el agua fría golpee mi cuerpo y dejo que las lágrimas salgan de mis ojos.

Nunca me he considerado alguien vulnerable o débil, siempre he sido de las que hay que sacarle las lágrimas pero ahora es lo único que hago cuando nadie me ve. Soltar lágrimas que queman mis mejillas y pecho.

Al cabo de una hora salgo de la ducha, me seco el cabello dejando ondas al final, me siento en el tocador, evito el gran espejo delante de mi, saco un espejo de mano y comienzo a maquillarme viendo solo esquinas de mi rostro.

Mientras más los evito menos duele lo que veo en ellos.

Me tomo mi tiempo poniéndome la base de maquillaje, poniendo el corrector sobre las ojeras debajo de mis ojos, pintándome las cejas color azabache, —tomo un momento cuando me pongo a llorar y me toca buscar una toalla para no arruinar el maquillaje— rizándome las pestañas kilométricas,  y pintándome los labios de un color rojo opaco que resalta en mi blanca piel.

Me pongo la mano en el vientre bajo con el dolor que se siente como el de la menstruación pero mucho peor. Me muevo a la cocina tomándome las pastillas que receto el medico y vuelvo a la habitación.

Me siento en mi escritorio y compro un vuelo a Italia, para esta misma noche. Lo imprimo y lo meto en mi cartera.

En silencio saco un vestido de color negro, unos tacones del mismo color y comienzo a vestirme con paciencia, creyendo que tomo mi tiempo, pero no.

Al cabo de tres horas estoy lista. Me pongo un gabán de color negro y lo dejo abierto dejando ver el vestido del mismo color.

Saco las llaves del BMW de color negro, tomo el móvil y bajo las escaleras, voy con tranquilidad, sin apresurarme, me mantengo en paz. Es lo que ella querría.

Me subo en el coche, el cielo está de un color gris claro, no hay nubes está todo despejado. El aire golpea mi rostro mientras conduzco de forma moderada, no acelero, no le paso a ningún coche, voy tranquila dejando que la brisa entre por la ventana.

Tamborileo los dedos en el volante, cruzo la calles y al cabo de un rato llego al cementerio militar, las altas paredes son de piedra, están cubiertas por el musgo y las orillas están cubiertas por flores de lavanda y rosas blancas.

TÚ Y YOWhere stories live. Discover now