CAPÍTULO 20

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VICTORIA

Agosto 8, Washington Estados Unidos.

Estoy en vuelta entra las sábanas de ese degenerado, otra vez. Estoy desnuda y envuelta en llanto, mis partes más sensibles me duelen y arden. 

— ¿Viniste aquí a buscar mis rutas? —dice.

  No digo nada, solo lo miro, mis ojos me dan una vista borrosa ya que tengo los ojos empañados de tantas lágrimas derramadas.

— ¿Quien eres? —pregunta.

— Tú peor pesadilla. —susurro y me tiro sobre él.

  Pongo mi mano en su cuello, pero estoy débil apenas por ello puedo sostener el agarre. Un grupo de hombres entra y me tiran al suelo de un golpe, mi cuerpo arde y el dolor recorre mi sistema nervioso.

— ¡Zorra! —me grita y me da una patada.

Toma mi cabello en un puño y golpea mi cabeza con el suelo. El dolor se esparce por mi cuerpo, mi estómago se encoge y mi cráneo arde como si estuviera en llamas bajo su agarre.

— ¡Suéltame! —pataleo.

Él vuelve a golpearme, siento todo romperse dentro de mi y siento como me faltan las fuerzas. Las lágrimas recorren mi rostro mientras soy golpeada sin ningún tipo de control.

Me siento de golpe sobre la cama de golpe, el sudor recorre mi frente y las lagrimas se deslizan por mis mejillas. Aprieto la sábanas que me cubren parcialmente el cuerpo, las aprieto con rabia, me pongo de pie de golpe apagando la alarma y entro corriendo en el baño, abro el agua fría y me meto bajo el chorro helado.

No se que hora es.

El agua me cae en la cabeza.

— Déjame sola... —susurro para mi.

Por favor... déjame en paz...

La lagrimas salen de forma rebelde de mis ojos llenando mi rostro de gotas saladas, abrazo mi cuerpo arrodillándome en el suelo. Tengo frío, las lágrimas salen sin detenerse y siento que me ahogo.

Mi mente me lleva a él, se que esta mal, pero la sensación se siente tan bien. Cuando estoy con él siento que mejoro, pero luego, entonces ambos nos alejamos y vuelve a ocurrir; vuelvo a sentir ese vacío dentro de mi, esa angustia, vuelve el insomnio y las ganas de llorar por todo.

Al mismo tiempo soy todo con él y a la vez me siento como si fuéramos, él y yo.

Tú y yo, Samuel...

  No se que estoy sintiendo, pero ahora, solo tengo claro una cosa y es que en vez de estar tirada en el suelo de la ducha, siendo empapada por el agua fría a las 4 de la mañana, quiero estar con él, entre sus brazos y estar en paz.

Quiero... pero no puedo...

Me pongo de pie al cabo de unos pocos minutos y salgo de la ducha, me pongo una camiseta de mangas largas de color negro y unos camuflados verdes. Recojo mi cabello en una coleta. Salgo por el pasillo y me encuentro un energético Julio en la cocina, no lleva camisa su torso desnudo me da una magnífica vista y los pantalones de pijama se ajustan a su cintura.

— ¡Buenos días! —dice Julio poniendo un plato de panqueques frente a mi.

— Alguien se despertó con el pie derecho. —susurro, jugando con el tenedor.

TÚ Y YODonde viven las historias. Descúbrelo ahora