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Los días se mantuvieron así de tristes y melancólicos, Souya ahora iba en motocicleta a su escuela junto a Nahoya como copiloto, con el fin de irse después de clases directo al hospital central de Roppongi y estar toda la tarde con Rindō quien inc...

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Los días se mantuvieron así de tristes y melancólicos, Souya ahora iba en motocicleta a su escuela junto a Nahoya como copiloto, con el fin de irse después de clases directo al hospital central de Roppongi y estar toda la tarde con Rindō quien incluso después de pasar tres semanas no despertaba.

Ran se notaba más delgado y apagado, incluso las veces que Souya iba con Nahoya éste no lo tomaba mucho en cuenta. Es más, Nahoya era quien le consolaba y abrazaba con cariño y permitía que esté incluso durmiera en sus piernas cuando ambos estaban sentados en el sillón grande.

Todo se volvió tan gris...

Las semanas pasaban y Souya se sentía tan solo sin Rindō, dolía ver como los chupones en sus clavículas desaparecían cada día más, su huella en él se iba borrando con el pasar del tiempo y no lo soportaba emocionalmente. Cada noche releía los mensajes de buenas noches y los tiernos emojis que siempre usaba en sus conversaciones.

Extrañaba la manera en que le molestaba, su rostro de confusión al no entender algo de matemáticas, su sonrisa victoriosa al lograr resolver una ecuación que le tomó tiempo, sus ojitos preciosos brillando cada vez que se besaban y reían tímidamente, los besos en la frente los necesitaba como nunca y ni qué decir de sus calurosos abrazos.

Se arrepentía de una cosa...

De no decirle que también lo quería demasiado.

Llegaba a casa a las 18:30 a hacer algunas tareas y se dormía justo después de cenar, esperanzado de escuchar el despacio timbre de notificacion de mensajes con las buenas noches que siempre le dió.

El invierno se acercaba, las primeras lluvias y los primeros días nevados.

Rindō aún no despertaba.
Ya había pasado mes y medio.

Sus amigos intentaban subirle el ánimo como de lugar, Hakkai le invitaba seguido a los constantes festivales por el barrio y Mitsuya le estaba enseñando a tejer y bordar.

Tejer...

En eso estuvo un mes entero, tejiendo recostado en su cama la suave lana púrpura oscura, aprendió rápido y casi sin ver podía avanzar en su creación; una bufanda para Rindō, una que usará el día en que salga del hospital.

Porque aún está la esperanza.

Sufrió diversas complicaciones que sólo preocupaban más a todos, desde neumonías hasta paros cardiorespiratorios.

Querían que todo acabara pronto, jamás imaginaron que la herida fuera tan profunda como para perforar varios órganos y dejarle en ese estado tan débil.

Nahoya acompañaba a Souya a rezar a los templos y santuarios. No podía dejar solo a su hermano, no le agradaba Rindō pero jamás dejaría de lado a su hermanito por eso.

Incluso dormía con él las veces que se sentía demasiado triste y acariciaba su cabello hasta quedarse dormido, o le preparaba su comida favorita o le compraba las golosinas que tanto le encantan.

Ran también no se despegaba de su hermanito, se bañaba en el hospital y le pidió a Imaki que fuera a buscarle algo de ropa. Pero jamás se fue de su lado, no le importó dormir en el sillón o en una silla al lado de la cama tomando su mano y acurrucándose en ella.

Ya eran las 9:37 PM.

Suspiró agotado.— Buenas noches, Rinrin.—

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Zarco ; [ Ringry ]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora