Zarco ; [ Ringry ]

56; inicio

Ese mismo día le sacaron el oxígeno y varias intravenosas.

Rindō sentía que su cabeza iba a explorar por el dolor, pero se sentía mejor, cansado, pero al menos su cabeza no daba vueltas como ese día.

Le estaba costando hacer varias cosas, como hablar y moverse, y era obvio, tres meses en coma no eran ningún chiste.

Souya fue al día siguiente y lloró a su lado, feliz de verle nuevamente despierto y con él.
Besó su frente y mejillas con cuidado hasta aburrirse.

—Te extrañé demasiado.— Dijo entre sollozos bajos, limpiando sus lágrimas.

—S-shh... tranquilo, Sou.— Suspiró lento.

El peliazul se mantuvo a su lado todos los días, pero le extrañaba que Nahoya no volviera a acompañarlo, incluso se sorprendió de que Ran no preguntara mucho por él de manera juguetona. Sabía que algo pudo pasar entre ambos, algo feo.

(...)

Las semanas seguían su transcurso y Souya no se despegaba por nada, cada tarde después de clases se iba directo al hospital a cuidarlo y mimarlo.

Se estaban enamorando con fuerza cada día más.

Al menos ya podía comer por su cuenta, pero no le dijo nada a Souya para que él le diera la comida en la boca, como un niño pequeño.
Le hacía un espacio y lo dejaba dormir con él durante la tarde, acurrucados, besándose y acariciándose.

Ran ya dejó de tener el cabello suelto, no se lo había trenzado desde que Rindō estuvo en coma, sólo él se lo trenzaba como le gustaba.
Pero en su mente aún daba vueltas la opción de irse a China con su hermano menor, sabía en el fondo aunque le doliera que Nahoya tenía razón.

Son totalmente diferentes uno del otro.

Y una de las noches Ran tuvo una seria conversación con Rindō.

—¿Estás bien?.— Se incorporó.— Te noto muy tenso últimamente, ya estoy bien.—

—Papá vino a verte.— Suspiró.

—Lo sé...— Sonrió de lado.

—¿Eh?.— Le observó intrigado.

—Estuve un poco consciente antes de despertar...— Soltó ligeras risas.— Escuché su patética oferta y tu berrinche.— Pinchó juguetón una de las mejillas de su mayor.

—La oferta...— Murmuró.— Creo que deberíamos tomarla.—

—¿Ah?.— Enarcó una ceja.

—Hablé con Nahoya... Él no quiere que sigas viendo a Souya.—

—... ¿P-por qué?.— Su pecho comenzó a doler.

—Cree que somos un peligro para él.— Suspiró.— Y la verdad... Creo que tiene razón.—

Rindō comenzó a sudar frío, todo empezaba a marchar bien de nuevo pero de la nada se derrumbaba.

—No, de ninguna manera.— Su labio comenzó a temblar.— Déjenme ser feliz con Souya...—

—Rindō, ustedes son tan distintos...— Acarició su mejilla.— Hoy fuiste tú de una apuñalada, mañana podria ser él... de un balazo.— Suspiró.— Es por su bien...—

—¡Yo quiero estar con él!.— Su voz comenzaba a romperse.

—¡No hagas un berrinche! ¡No eres un niño!.— Apartó su mano molesto y le observó fijamente.— Tienes de aquí a fin de año para terminar con él y largarnos a China.—

—...— Sus ojos se humedecieron y ligeras lágrimas comenzaron a caer.— No lo haré...—

—¿Quieres que Souya muera?.— Le tomó bruscamente de los hombros.— ¡Entiende que no puedes estar con él!.— Su voz también comenzaba a quebrarse, odiaba ver así a su pequeño, odiaba verlo llorar.

—¡No quiero esa jodida oferta!.— Se apartó de él.

—Perfecto, no tomamos la oferta pero aún así te mantienes lejos de él.— Se quedó de pie y apretó sus puños.— Piensa en su bienestar, deja de ser egoísta.—

La conversación se mantuvo acalorada por minutos, hasta que la rabia inundó el lugar y Ran tuvo que irse para no perder los estribos.

Esa noche Rindō no pudo dormir nada y Ran no quiso quedarse con él y regresó a su hogar.

Rindō tenía que hacer algo... En el fondo no quería pero sabe que es lo que debe hacer si quiere ser feliz.

un voto se agradece 🫐

se acerca el final.