60; tuyo

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—¿Me podrías dejar el departamento?

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—¿Me podrías dejar el departamento?.— puso ambas manos como si estuviera rezando.

Ran rodó los ojos y asintió.

—Es lo mejor, ya me aburrí de escuchar cómo te la chupan.— Murmuró.— ¿Ahora sí vas a tener las bolas como para pedírselo?.—

Rindō asintió avergonzado.

—Entonces buena suerte... Iré con Ima en la noche a dar una vuelta por ahí.— Se puso de pie y caminó hasta su habitación, aún era de día y el plan de la pijamada con Souya era de noche, más tarde le pasaría a buscar.

Se preparaba mentalmente para su junta, Souya lo mencionó cuando le estuvo tocando, que quería ser suyo y sólo suyo. Quizás lo dijo por calentura, estaba gimoteando y sollozando cuando lo hizo.

¿Pero y si de verdad quiere?

Recordó las cosas que compró hace ya siete meses; el dilatador, los lubricantes y condones.

Ya era tiempo de usarlos, se estaban volviendo monótonos los orales, el frote de ambos miembros y las bruscas caricias y nalgadas que Rindō le daba. Ya necesita sentir su interior.

(...)

Eso de que el rubio le fuera a buscar en limusina ya no era tan nuevo para él, pero le gustaba bromear con que era una persona importante y juguetear con eso mientras ambos reían y empujaban ligeramente.

También se estaba acostumbrando a ser llamado señor Kawata por las recepcionistas de la lujosa torre.

La vida hasta el momento no cambió en absoluto para Souya, agradecía eso, Rindō cumplió su palabra de protegerlo con todo y eso le tranquilizaba.

Subir hasta el último piso tomaba su tiempo, y a veces la tentación ganaba y se besaban con pasión durante esos 25 segundos que el ascensor demoraba.

El último piso daba a un pasillo con fin a una puerta negra de bordes hechos de mármol, caminaron juntos hasta la puerta y Rindō quitó uno de sus guantes y dejó su huella

La puerta se desbloqueó y ambos entraron al precioso lugar, luego la cerró.

—¿Ran está contigo?.— Bostezó.

—Ran salió con Ima a no se qué.— Quitó su abrigo y lo colgó en el perchero.

—¿Entonces...?.— Sus miradas se reencontraron.

Rindō soltó una risa baja y se lanzó al menor con la intención de besarlo. Sus labios se devoraban pasionales y ruidosos. Souya dio un pequeño saltito que hizo que Rindō le tomara en brazos, sin despegar en ningún momento su ardiente beso que ya pasaba a ser con lengua.

Entre tambaleos y risas, Rindō subió al segundo piso del penthouse y entró a su habitación, cerrando la puerta con la pierna.
Lanzó al menor a la cama y rápidamente ambos comenzaron a quitarse la ropa, Rindō quitó su camisa, desabrochó su cinturón y bajó sus pantalones de tela. Souya quitó su buzo ancho y desabrochó su polerón, dejando ver su torso y quedando ahora ambos sólo con su ropa interior.

Zarco ; [ Ringry ]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora