58; sin mentiras

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Estaba por irse a dormir, hasta que el sonido en su teléfono le hizo sonreír automáticamente, probablemente eran las buenas noches que tanto extrañaba de su mayor

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Estaba por irse a dormir, hasta que el sonido en su teléfono le hizo sonreír automáticamente, probablemente eran las buenas noches que tanto extrañaba de su mayor.

Desbloqueó el dispositivo y se encontró con algunos mensajes de Rindō.

“Rin<3: A las 1:30 paso por tu casa
Rin<3: Te adoro, enano (⁄•⁄ω⁄•⁄)"

¿Enserio? Es domingo por la noche y mañana habrían clases.

Pero a Souya ni le importó, deseaba estar todo el día de ser necesario con él, después de casi perderlo sólo quería abrazarlo y besarlo.

Durmió un poco, total, aún eran las 23:18.

(...)

En silencio bajó las escaleras, se puso un polerón ancho y unos pantalones cargo negros, unas botas de invierno y la bufanda azul oscuro que él tejió para sí mismo.

Salió con cuidado de la residencia y una vez en la esquina corrió rápidamente hasta la siguiente cuadra. Ahí estaba Rindō.

Se sonrojó, lo vió sobre su motocicleta, utilizando la bufanda que tejió para él. Fue hacia en su dirección y besó su mejilla, se montó en su motocicleta y lo abrazó con fuerza, como un niño abrazaría un peluche.

—¿Me extrañaste tanto en esas horas?.— Acariciaba sus manos con cariño.

—Mucho...— Apegó su cabeza a su espalda.— ¿Iremos a una fiesta con desconocidos drogadictos?.— Susurró.

—Aún mejor, agárrate fuerte.— Volvió a encender el motor, lo hizo rugir un par de veces y avanzó rápidamente.

(...)

Como olvidar ese lugar, ahí fue donde se besaron por primera vez .

La casa estaba claramente vacía, sin ruido, gente ni las luces brillantes de colores neón.
Estacionaron y bajaron del vehículo, caminaron de la mano al interior del lugar, esquivando varios escombros y botellas de alcohol vacías.

—¿Qué hacemos aquí?.— Se aferró a su brazo.

—Quiero decirte algo.— Lo llevó consigo al segundo piso y caminaron por uno de los largos pasillos hasta una de las puertas del fondo.— Ésta es la zona vip.— Dijo entre risas y sacó de su bolsillo del polerón un manojo de llaves.

—¿Eh?.— Rindō abrió la puerta y volvió a tomar su mano y le atrajo hacia sí para entrar.

Se notaba que alguna vez fue una habitación matrimonial, la cama estaba algo deshecha y las paredes completamente rayadas de garabatos y dibujos obsenos, pero lo que más le llamó la atención fue el gran ventanal con los vidrios rotos a un lado de la cama, que daba a un balcón.

—Ven, Sou.— Soltó su mano y corrió hacia la baranda de piedra tallada, observando como nuevamente volvía a nevar.

Souya corrió a su lado y otra vez se aferró a su brazo.

Zarco ; [ Ringry ]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora