Especial: hermanos

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Cuéntame, amor, de las tragedias del mar.
De los días y sueños que tuviste al navegar.
De las melodías que se escuchan en las olas.
Del cielo azul, las historias de las caracolas.

Cuéntame, esposo, recuerda cada detalle
Ni pienses que mi alma y corazón te falle.
Yo rezo por ti al dios de profundo mar.
Para que cuide de ti porque sabe amar,
Él comprende muy bien mi pena,
Porque amo, igual que él a Helena.

Canción Popular.

La brisa marina llegó esa noche envuelta en el frío del norte haciendo tiritar los dientes de Helena

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La brisa marina llegó esa noche envuelta en el frío del norte haciendo tiritar los dientes de Helena. De todos los días del año, le parecía una broma que justo el día en que la corrían de casa, la siempre cálida playa se volviera helada. Se acurrucó más en el chal que tanto trabajo le costó tejer, su abuela limpiaba diario las plumas, ofrendas a la Aurora, por haberle dado belleza mientras rogaba al Productor por hacerla coser con habilidad sobornándolo con semillas, aunque con este último no estaba dando resultados. ¿Qué había dichos Osteres? Vuelve cuando pienses en lo que haces y honres a los dioses siguiendo sus enseñanzas. Como si él mismo no hubiera tenido a su primogénito fuera del matrimonio y, en definitiva, negar la propia sangre era mucho más grave evitar el matrimonio.

A los veinticinco años era considerada vieja para ser una buena novia, aunque eso no evitaba que las proposiciones siguieran llegando en muchas aldeas cercanas por los rumores que su hermano hacía circular.

¡HELENA ES TAN HERMOSA QUE LA AURORA ESTÁ CELOSA DE ELLA! ¡MI HERMANA NO SE HA CASADO PORQUE LOS DIOSES LA CELAN!

Palabras peligrosas, blasfemias dichas para evitar que alguien señalara con el dedo que Helena era quien llevaba la casa de su hermano y mediaba en la aldea. Desde que su madre murió, se había hecho cargo junto a su padre de la mayoría de los asuntos del jefe arreglando controversias y administrando las provisiones, algo que no molestaba a nadie hasta que su padre murió y se hizo cargo. Ahora estorbaba a su hermano y su nueva esposa pero, contrario a sus deseos y el buen visto de su padre de permanecer soltera, Osteres creía que su mejor jugada era casarla a quien ofreciera el mejor precio. Aburrida, comenzó a recoger conchas marinas y caracolas, la noche sería larga y la luz de la luna era buena, no había razón para no trabajar mientras tanto.

—¿Necesita una manta? —interrumpió Kallas—. Será una noche fría.

Helena se asustó porque no le escuchó acercarse pero, al identificar la voz y la silueta del muchacho a unos pasos de ella, se recobró. Kallas era silencioso y amable con todo el mundo. Si bien nadie sabía exactamente de dónde venía, el chico seguía las reglas, conseguía su propia pesca y no se metía en problemas con nadie y era, quizá, la persona que podía entenderla mejor. No importaba que él no hablara de su vida anterior, sus ojos lo delataban porque, incluso si él negaba cualquier pasado, el gris claro de su mirada contaba una historia distinta que ella quería descubrir. 

La herencia benignaWhere stories live. Discover now