21. Khaseimy

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Dulces y lentas pasan las horas
con la lluvia que viaja y se estrella
sobre infames criaturas malditas
de almas grises; furia que centella...

Autor desconocido.

Hay miedo en mi sangre

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Hay miedo en mi sangre.

También una fiera en el lugar de mi reflejo.

Esta chica luce como yo. Los ojos verdes, la piel morena y el mismo espacio entre los dientes, solo que esta chica no siente el miedo ni la compasión porque, después de cinco días de tormentas y muerte, finalmente se ha convertido en un animal que está dispuesto a comer una de sus patas para escapar de una trampa.

Esa extremidad se llama Libia.

El agua de lluvia traga almas cada día. Cómo el rey aseguró, de forma inexpugnable. Cinco días sin ver la luz del sol y he perdido la cabeza.

Acabo de descubrir que el tiempo no solo puede dividirse por días y noches, también por rayos. Una luz centella entre las nubes grises, el trueno que hacer vibrar los cristales y sé que se ha perdido otra vida entre las revoltosas aguas del río. Y mis sueños ya no se tratan sobre hermosas chicas valientes, sino sobre espectros de río que desean arrastrarme con ellos. Sobre reinas que lloran amargo mientras reprochan que no las acompañe en el Ojo y termine con todo. Sobre Libia y un bebé pelirrojo que nace muerto. Ya se acabó la belleza del mar y empezó a mostrarme las cosas monstruosas que se esconden de la superficie. Ya no puedo dormir porque cuando el sueño me vence cosas horribles se arrastran a mis pesadillas.
Mis manos, igual que las del rey, se impregnan de sal por los muertos que ahogué.

Cuando el relámpago brilla de nuevo, las fisuras de mi voluntad se abren un poco más. ¿Qué haría Helena en mi lugar? ¿Alexia decidiría? Una voz retumba en mi cabeza con la contundencia del acero contra la roca.

Sé una reina.


Antes, cuando la presión de no ser suficiente comenzó a hacer mella en mi autoestima, huí de casa y descubrí los juegos de azar de la mano de Metro y Vino, los dos pillos más ladinos de Mercia. Metro era un crío de catorce años, muy bajo y pequeño para su edad, mientras Vino, su hermana, madre, tía o vecina según la versión que eligieran contar, era una chica rubia, exuberante y ligera de faldas que se dedicaba a emborrachar a sus futuros víctimas. Así que, mientras los borrachos trataban de meter las manos en el escote de Vino, Metro se escabullía debajo de las mesas y robaba todo lo que podía.

Los había conocido en una de mis primeras salidas, cuando un asiduo cliente de Vino había intentado contratarme. Yo, en shock de que me hubiera reconocido y el rumor de que Lady Antero visitaba tabernas se extendiera, me quedé perdida y sin actuar. Vino le partió un tarro de cerveza en la cabeza y le gritó que yo no era una dama galante, sino una dama a secas.

La herencia benignaWhere stories live. Discover now