17. Del hombre que amaba al fuego (parte II)

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Tiempo atrás, hubo una madre sin hijo y un hijo sin madre. Se encontraron y fueron felices hasta que un dios pensó que había sido suficiente...

Crónicas del Antiguo Soros, el pueblo que robó a los dioses.

Joder, joder ¡JODER!

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Joder, joder ¡JODER!

El mismísimo señor del Río está ahí, frente a mis ojos. Y es aterrador. Y enigmático. Y ya entiendo por qué Andreas quiso ser amado por él durante toda la eternidad.
Tiene una belleza malvada.

Hay fuego en esos gélidos ojos. Observa la escena como si quisiera despedazar a Edelmira. Bueno, considerando que esto es el pasado, me consta que lo hizo. La reina negra no mató a nuestra princesa, fueron las consecuencias de sus acciones.

Las historias sobre el señor del río no son tan extendidas como los mitos a los dioses. De hecho, fuera de Soros es poco conocido y aún menos aclamado por el temor a caer en herejía. ¿Un humano engañando al dios? Imposible según muchos. Sin embargo, aquí está. Recuerdo de golpe las palabras de Alexia cuando íbamos a jugar a la orilla del río.

«No confíes en el reflejo del agua. Al señor del río le gusta castigar a los niños malvados».

Después de todo, castigar era lo que se le daba mejor. Hubo una chica hermosa enamorada de su sirvienta que engañó a su padre para no casarse. Hubo un hombre que vendía falsas semillas del árbol de la vida. Existieron tres niños que cazaban animales por diversión. Y la chica acabó  encerrada en un mundo submarino a la vez que el hombre murió cuando una semilla germinó en su estómago mientras los niños se transformaban en cuervos.
Cuentos, fábulas, dice la gente, aunque el mito del señor del río es tan antiguo como el de Helena Soros.

—Entre los Soros y el señor del río hay una tensa paz—explica el dios Extraño—. Ambos bandos tienen el poder para someter a su contrincante, pero la magia de la Creación se basa en el equilibrio por lo que no pueden hacerlo sin una causa justa o un acuerdo. El señor del río les permite sanarse con el agua dulce mientras los Soros no abusen de su linaje. A su vez, ellos le permiten total autodeterminación. Aunque repito, es una alianza en la que ninguno confía.

Le escucho a medias. Sigo atónita porque alguien haya imaginado al señor del río como un atractivo joven escuálido que enamoró a un Dios. No se ve como un inmortal cualquiera, sino como el tipo de criatura que puede moler los huesos, robar el corazón y destruir un reino. Su expresión es de rabia. Aunque esa sonrisa cínica invita a la negociación.

Parece confundido. Justo entre la decepción total y el odio.

¿Qué le prometió Edelmira?

Como si el Extraño escuchara mis pensamientos, nuestro entorno cambia de nuevo. Ahora estamos en una alcoba, por el lujo, debe ser de la reina. Y sí, Edelmira está febril en la cama viéndose horrible, agonizando bajo la atenta del dios que podría salvarla. Y no estoy hablando del Extraño.

La herencia benignaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora