La herencia benigna

24. El gran pez

Hubo un pez que se bebió el mar.
Alguien lo abrió desde el interior...

Refrán célebre sobre la avaricia.

—Había una vez, una reina y un rey que poseían todas la riquezas del mundo. Los platos en los que comían eran de oro y sus túnicas se bordaban con hilos de plata; sus coronas estaban hechas de gemas de valor incalculable y sus súbditos eran numerosos con los granos de arena en la playa. Sea pues, los reyes lo tenían todo, excepto descendencia a quien legar semejantes tesoros. Cada año que transcurría sin que el sangrado lunar de la reina se detuviera era uno de angustia. Así que los reyes dormían en colchones rellenos con plumas de cisne, comían en platos de oro y se adornaban con joyas, y siempre estaban tristes. Su pueblo se afligía también. Los soberanos eran justos y amables, pero...si no tenían hijos, ¿Qué destino les aguardaba? Con esa incertidumbre, pasaron quince años sin buenas nuevas.

“Hartos de esperar, los monarcas se embarcaron en el aprendizaje de toda ciencia o magia que pudiera ayudarlos. Probaron los rezos, brebajes y experimentos más inauditos sin que nada diera frutos hasta que, agotados de una vida llena de tristeza, se iban a dar por vencidos. Por fortuna o desgracia, un evento mágico alteraría su futuro...Una noche, un anciano llegó al palacio y solicitó hospedaje. Le acogieron, abrigaron y lo sentaron en su mesa, donde el viejo escuchó los lamentos de la reina por no ser madre. Tan constante fue su pena y tan reiteradas las menciones del asunto que el anciano le contó una historia que, quizá, podría ayudar.

—En el lago donde la luna se observa azul todas las noches—narró—, existe un gran pez que puede darle a quien lo coma la habilidad de concebir de inmediato. Debe ser pescado por el futuro padre y cocinado por mujer virginal para que sus efectos se conserven. Sin embargo, la magia que lo creó es antigua y ruin, por lo que siempre hay que pagar con algo...

Esa vaga descripción bastó para que su alteza buscara en cada lago del reino hasta dar con el que se narraba en la historia. En efecto, las escamas del gran pez relucían bajo el agua y su forma y tamaño eran desconocidos para todos los pescadores. Sin dudar de su habilidad mágica, el pez fue capturado y muerto. Con el ingrediente principal listo, solo quedaba ver quién sería la cocinera, un puesto que ocupó la hermana de la reina, quién desconocía la parte relevante del encargo.

Con cada momento que la cazuela humeaba mientras era cocinado el gran pez más feroz se volvía el hambre de la princesa. Lo único que la detenía de romper su promesa era la cantidad de veces que su hermana le había prohibido comer un trozo, aunque para la.princesa aquello no tuviera sentido. El pez era enorme, no había manera de que alguien se diera cuenta si tomaba un pedacito pequeñito pequeñito para quitarse el antojo...Robó un trozo y sirvió el resto a su hermana quien, para su asombro, lo devoró hasta los huesos.

La profecía se cumplió con eficacia. Todo ella. Así, la reina y la princesa parieron niños idénticos. Conforme pasaba el tiempo el evidente parecido que existía entre el sobrino del reina y el rey los rumores se volvieron maliciosos al punto donde la reina odió al pequeño. Ambos niños tenían una conexión sobrenatural por ejemplo, que si el pequeño príncipe se golpeaba al otro pequeño le aparecían los moretones y viceversa.

El tiempo pasó y muchos años después del fallecimiento del rey, una plaga asoló el país y enfermó a los dos niños mágicos. Asombrosamente, la reina vomitó los huesos del gran pez y éste le contó dónde estaba el problema.

—Existen dos niños—expuso el pez—. Mis huesos alcanzan para crear UN hijo de perfecto. Uno de los dos tiene que morir...

Dedicado a la hermosa AlondraChavez064 por ser el primer voto de la última actualización.

—Amelia.