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𝗟𝗮𝘀 𝗰𝗮𝗿𝘁𝗮𝘀 𝗱𝗲 𝗻𝗮𝗱𝗶𝗲

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La fuga de la boa constrictor le acarreó el segundo castigo más largo de su vida. Cuando le dieron permiso para salir de la alacena ya habían comenzado las vacaciones de verano y Dudley había roto su nueva filmadora, conseguido que su avión con control remoto se estrellara y, en la primera salida que hizo con su bicicleta de carreras, había atropellado a la anciana señora Figg cuando cruzaba Privet Drive con sus muletas.

No había mucha posibilidad de escapar de la banda de Dudley, que visitaba la casa cada día. Piers, Dennis, Malcolm y Gordon eran todos grandes y estúpidos, pero como Dudley era el más grande y el más estúpido de todos, era el jefe. Los demás se sentían muy felices de practicar el deporte favorito de Dudley: cazar a Heather.

Por esa razón, pasaba tanto tiempo como le resultara posible fuera de la casa, dando vueltas por ahí, escabullendose a la biblioteca publica y pensando en el fin de las vacaciones, cuando podría existir un pequeño rayo de esperanza: en septiembre estudiaría secundaria y, por primera vez en su vida, no iría a la misma clase que su primo.

Dudley tenía una plaza en el antiguo colegio de Vernon, Smelting. Piers Polkiss también iría allí. Charlus iba a un "internado" a las afueras. Heather en cambio, iría a la escuela secundaria Stonewall, de la zona. Dudley encontraba eso muy divertido.

—Allí, en Stonewall, meten las cabezas de la gente en el inodoro el primer día —dijo a Heather—. ¿Quieres venir arriba y ensayar?

—No, gracias —respondió—. Los pobres inodoros nunca han tenido que soportar nada tan horrible como tu cabeza y pueden marearse.

Luego salió corriendo antes de que Dudley pudiera entender lo que le había dicho.

Un día del mes de julio, Petunia llevó a Charlus y a Dudley a Londres para comprarle su uniforme de Smelting y las cosas para su "internado", dejando a Heather en casa de la señora Figg.

Aquello no resultó tan terrible como de costumbre. La señora Figg se había fracturado la pierna al tropezar con un gato y ya no parecía tan encariñada con ellos como antes. Dejó que tomara un libro prestado y le dio un pedazo de pastel de chocolate que, por el sabor, parecía que había estado guardado desde hacía años.

Aquella tarde, Dudley desfiló por el salón, ante la familia, con su uniforme nuevo. Los muchachos de Smelting llevaban frac rojo oscuro, pantalones de color naranja y sombrero de paja, rígido y plano. También llevaban bastones con nudos, que utilizaban para pelearse cuando los profesores no los veían. Debían de pensar que aquél era un buen entrenamiento para la vida futura.

𝖧𝖾𝖺𝗍𝗁𝖾𝗋 𝖩𝗈𝗌𝖾𝗉𝗁𝗂𝗇𝖾 𝖯𝗈𝗍𝗍𝖾𝗋Where stories live. Discover now