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𝗠𝗮𝗹𝗱𝗶𝗰𝗶𝗼𝗻𝗲𝘀 𝗶𝗺𝗽𝗲𝗿𝗱𝗼𝗻𝗮𝗯𝗹𝗲𝘀

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En los días siguientes Heather volvió a su rutina de un año anterior: escapar por la noche (junto a su capa, el mapa del merodeador y su diario), volvía en medio de la madrugada y se daba un baño antes de dormirse; llegaba con un olor a humedad y con el cabello sucio, por lo que valia la pena. También Neville dejó que se fundiera su sexto caldero enclase de Pociones.

Snape, que durante el verano parecía haber acumulado rencor en cantidades nunca antes conocidas, castigó a Neville a quedarse después de clase. Al final del castigo, Neville sufría un colapso nervioso, porque el profesor Snape lo había obligado a destripar un barril de sapos cornudos.

—Tú sabes por qué Snape está de tan mal humor, ¿verdad? —dijo Ron a Heather, mientras observaban cómo Hermione enseñaba a Neville a llevar a cabo el encantamiento antigrasa para quitarse de las uñas los restos de tripa de sapo.

—Eso creo —respondió Heather después de soltar un bostezo—. Por Moody.

Era comúnmente sabido que Snape ansiaba el puesto de profesor de Defwnsa Contra las Artes Oscuras, y era el cuarto año consecutivo que se le escapaba de las manos. Snape había odiado a los anteriores titulares de la asignatura y nunca se había esforzado en disimularlo. No obstante, parecía especialmente cauteloso a la hora de mostrar cualquier indicio patente de animosidad contra Ojoloco Moody.

Desde luego, cada vez que Heather los veía juntos (a la hora de las comidas, o cuando coincidían en los corredores), se llevaba la clara impresión de que Snape rehuía los ojos de Moody, tanto el mágico como el normal.

—Me parece que Snape le tiene algo de miedo, ¿no crees? —inquirió Heather, pensativa.

Moddy, a pesar de parecerle interesante, le provocaba una sensación de desconfianzas que no habia tenido desde Quirrell; aunque tal vez tenía que ver que el profesor, antes auror, se encargaba de cazar a magos y brujas como ella: practicantes de artes oscuras, aunque Heather lo tenía bien escondido.

—¿Te imaginas que Moody convierte a Snape en un sapo cornudo —dijo su amigo, con lágrimas de risa en los ojos— y lo hace botar por toda la mazmorra...?

Los de cuarto curso de Gryffindor tenían tantas ganas de asistir a la primera clase de Moody que el jueves, después de comer, llegaron muy temprano e hicieron cola a la puerta del aula cuando la campana aún no había sonado.

𝖧𝖾𝖺𝗍𝗁𝖾𝗋 𝖩𝗈𝗌𝖾𝗉𝗁𝗂𝗇𝖾 𝖯𝗈𝗍𝗍𝖾𝗋Место, где живут истории. Откройте их для себя