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𝗟𝗮 𝗿𝗲𝗰𝗼𝗺𝗽𝗲𝗻𝘀𝗮 𝗱𝗲 𝗗𝗼𝗯𝗯𝘆.

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Hubo un momento de silencio cuando Heather, Ron, Ginny y Lockhart aparecieron en la puerta, llenos de barro, suciedad y, en el caso de Heather, sangre. Luego alguien gritó:

—¡Ginny!

Era la señora Weasley, que estaba llorando delante de la chimenea. Se puso en pie de un salto, seguida por su marido, y se abalanzaron sobre su hija.

Heather, sin embargo, miraba detrás de ellos. El profesor Dumbledore estaba ante la repisa de la chimenea, sonriendo, junto a la profesora McGonagall, que respiraba con dificultad y se llevaba una mano al pecho. Fawkes pasó zumbando cerca de Heather para posarse en el hombro de Dumbledore. Sin apenas darse cuenta, Heather y Ron se encontraron atrapados en el abrazo de la señora Weasley.

—¡La han salvado! ¡La han salvado! ¿Cómo lo hicierón? ¡Pero mirense, llenos de suciedad y sangre! ¡Dios mío!

—Creo que a todos nos encantaría enterarnos —dijo con un hilo de voz la profesora McGonagall.

La señora Weasley soltó a Heather, que se acercó a la mesa y depositó encima el Sombrero Seleccionador, la espada con rubíes incrustados y lo que quedaba del diario de Ryddle.

Heather empezó a contarlo todo, evitando ciertas partes. Habló durante casi un cuarto de hora, mientras los demás la escuchaban absortos y en silencio. Contó lo de la voz que no salía de ningún sitio; que Hermione había comprendido que lo que ella oía era una serpiente, que Hermes descubrió que se trataba de un basilisco y Hermione deducio que se movía por las tuberías; que ella y Ron siguieron a las arañas por el bosque; que Aragog les había dicho dónde había matado a su víctima el basilisco; que había deducido que Myrtle la Llorona había sido la víctima, y que la entrada a la Cámara de los Secretos podía encontrarse en los aseos...

—Muy bien —señaló la profesora McGonagall, cuando Heather hizo una pausa—, así que averiguarón dónde estaba la entrada, quebrantando un centenar de normas, añadiría yo. Pero ¿cómo demonios conseguiste salir con vida, Potter?

Así que una palida Heather, con la voz ronca de tanto hablar, les relató la oportuna llegada de Fawkes y del Sombrero Seleccionador, que le proporcionó la espada. Pero luego titubeó.

Había evitado hablar sobre la relación entre el diario de Ryddle y Ginny. Ella apoyaba la cabeza en el hombro de su madre, y seguía derramando silenciosas lágrimas por las mejillas. «¿Y si la expulsaban?», pensó Heather aterrorizada. El diario de Ryddle no serviría ya como prueba, pues había quedado inservible... ¿cómo podrían demostrar que era el causante de todo?

𝖧𝖾𝖺𝗍𝗁𝖾𝗋 𝖩𝗈𝗌𝖾𝗉𝗁𝗂𝗇𝖾 𝖯𝗈𝗍𝗍𝖾𝗋Wo Geschichten leben. Entdecke jetzt