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𝗘𝗹 𝘀𝗮𝘂𝗰𝗲 𝗯𝗼𝘅𝗲𝗮𝗱𝗼𝗿.

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El final del verano llegó más rápido de lo que Heather habría querido. Estaba deseando volver a Hogwarts, pero por otro lado, el mes que había pasado en La Madriguera había sido el más feliz de su vida. Le resultaba difícil no sentir envidia de Ron cuando pensaba en los Dursley y en la bienvenida que le adarían cuando volviera a Privet Drive.

Drante las noches leía hasta tarde los libros del curso pasado y los que habia comprado extras en el callejón Diagon, ya habia repasado y sabia la teoria de nuevas materias. Afortunadamente la señora Weasley no se habia enterado pues estaba de manera absolutamente segura de que no queria recibir un regaño de su parte, pero eso no evitaba que sus recientes ojeras se notaran por lo que solo cambiaba de tema cada vez que se mencionaba. Así que el café por las mañanas, las tardes de juego y las noches de desvelo ya eran parte de su vida.

Y algo le decia que seguiria así por mucho tiempo.

La última noche, la señora Weasley hizo aparecer, por medio de un conjuro, una cena suntuosa que incluía todos los manjares favoritos de Heather y que terminó con bionico de frutos rojos. Fred y George redondearon la noche con una exhibición de las bengalas del doctor Filibuster, y llenaron la cocina con chispas azules y rojas que rebotaban del techo a las paredes durante al menos media hora.

Después de esto, llegó el momento de tomar una última taza de chocolate caliente e ir a la cama, pero no para Heather.

Era muy entrada la noche cuando el estómago comenzó que rugirle y la tinta en su pluma había cesado escasos segundos antes. Así que, con la esperanza de no despertar a nadie, guardo sus cosas en su baúl silenciosamente y salió de la habitación.

En su estancia en La Madriguera se había quedado impregnado en su mente cuáles eran los escalones que provocaban un rechinaban si se pisaba con demasiada fuerza, así que hizo su mejor esfuerzo para evitar estos.

Llego pronto a la apretada cocina y se quedó ahí. Sin moverse, sin hacer ruido alguno. Dudo en tomar una manzana verde o un pequeño racimo de uvas, al final se decidió por una manzana verde con la promesa en mente de después reponerla.

Abrió un poco el grifo del fregadero y le dio una breve lavada a la manzana, con esta en mano salió al jardín delantero.

Por su camino pudo distinguir como algo se arrastraba cerca de ella, sin embargo, no se preocupo por aquella irreconocible bola de pelos blanca.

Termino junto a un árbol cerca del bosque que rodeaba La Madriguera. Observó de arriba a abajo el árbol, posteriormente se puso la manzana en la boca y comenzó a escalar sin problema alguno.

𝖧𝖾𝖺𝗍𝗁𝖾𝗋 𝖩𝗈𝗌𝖾𝗉𝗁𝗂𝗇𝖾 𝖯𝗈𝗍𝗍𝖾𝗋Where stories live. Discover now