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𝗗𝘂𝗱𝗹𝗲𝘆, 𝗱𝗲𝗺𝗲𝗻𝘁𝗮𝗱𝗼

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El día más cálido del verano se dibujaba en un cercano y soñoliento silencio, que se extendía por las grandes y cuadradas casas de Privet Drive.

Los coches, que generalmente brillaban, permanecían polvorientos en las entradas de sus casas, y el césped que una vez fue de color verde esmeralda estaba seco y amarillento a causa de la prohibición del uso de las mangueras debido a la sequía.

Privados de sus usuales lavados de coche y de el riegue del césped, los habitantes de Privet Drive se habían retirado a la sombra sus frescas casas, cuyas ventanas estaban abiertas de par en par con la esperanza de tentar una brisa inexistente.

La única persona que permanecía en el exterior era una adolescente recostada sobre una mata de flores, en la entrada del número 4.

Era de complexión delgada, pero con decentes musculos; pero, a pesar de que los músculos podrían considerarse signos de una buena salud, tenía un aspecto pellizcado, ligeramente insano, el aspecto de alguien que ha crecido mucho en un corto espacio de tiempo.
Tenía cabello color azabache que llegaba por encima de los hombros y, desde el invierno pasado, tenía ondas muy marcadas, fácilmente podrian hacerse pasar por rizos; un mechón frontal era de color rojo profundo.
Bajo unas gafas redondas se vislumbraban dos esmeraldas con unas bolsas y ojeras de color morado, sus orejas estaban perforadas de manera uniforme y los anillos en sus dedos no parecian combinar. Tenía dos cicatrices notables en el rostro: una con la forma de un rayo en la frente y la otra era un fina linea en diagonal, que recorría su pómulo y parte de la oreja, en el lado izquierdo.

Sus pantalones semi-cortos eran de mezclilla azul y le quedaban grandes, lo que hacía que mostrarán el elástico de su ropa interior negra; su musculosa, que antes había sido una camiseta, tenía hilos desprendidos de cuando le había recortado las mangas y sus zapatos tenían la mediasuela bastante maltratadas.

La apariencia de Heather Potter no cautivaba a los vecinos, quienes eran la clase de personas que se creen que la gente desaliñada debe ser punible por la ley, pero como aquella tarde se escondió tras una gran mata de hortensias, resultaba poco visible a los transeúntes.

De hecho, la única forma por la cuál sería descubierta era si Vernon o Petunia pegaban sus cabezas en la ventana de la sala de estar y miraban a la mata de flores.

Heather pensó que era buena idea el hecho de esconderse ahí. Tal vez no estuviera cómoda tumbada en el cálido y duro suelo, pero, por otra parte, nadie le miraba de mala manera, haciendo
rechinar sus dientes tan alto que no podía escuchar las noticias, o haciéndole preguntas obscenas, como le ocurría cada vez que intentaba sentarse en el sofá de la sala de estar para ver la televisión.

𝖧𝖾𝖺𝗍𝗁𝖾𝗋 𝖩𝗈𝗌𝖾𝗉𝗁𝗂𝗇𝖾 𝖯𝗈𝗍𝗍𝖾𝗋Where stories live. Discover now