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𝗘𝗹 𝗽𝗲𝗻𝘀𝗮𝗱𝗲𝗿𝗼

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Se abrió la puerta del despacho.

—Hola, Potter —dijo Moody—. Entra.

Heather entró.

Fudge se hallaba junto al escritorio de Dumbledore, con sus habituales sombrero hongo de color verde lima y capa a rayas.

—¡Heather! —dijo Fudge jovialmente, adelantándose un poco—. ¿Cómo estás?

—Bien.

—Precisamente estábamos hablando de la noche en que apareció el señor Crouch en los terrenos —explicó Fudge—. Fuiste tú quien se lo encontró,
¿verdad?

—Sí —contestó Heather. No había razón para fingir que no había oído nada, añadió—: Pero no vi a Madame Maxime por allí, y no le habría sido fácil ocultarse, ¿verdad?

Con ojos risueños, Dumbledore le sonrió a espaldas de Fudge.

—Sí, bien —balbuceó Fudge, incómodo—. Estábamos a punto de bajar a dar un pequeño paseo, Heather. Si nos perdonas... Tal vez sería mejor que volvieras a clase.

—Yo quería hablar con usted, profesor —se apresuró a decir Heather mirando a Dumbledore, quien le dirigió una mirada rápida e inquisitiva.

—Espérame aquí, Heather —le indicó—. Nuestro examen de los terrenos no se prolongará demasiado.

Salieron en silencio y cerraron la puerta. Al cabo de un minuto más o menos dejaron de oírse, procedentes del corredor de abajo, los secos golpes de la pata de palo de Moody. Heather miró a su alrededor.

—Hola, Fawkes —saludó.

Fawkes estaba posado en su percha de oro, al lado de la puerta. La saludó agitando en el aire su larga cola y mirándola con ojos entornados y tiernos.

Heather se sentó en una silla delante del escritorio de Dumbledore. Durante varios minutos se quedó allí, contemplando a los antiguos directores del colegio, que resoplaban en sus retratos, mientras pensaba en lo que acababa de oír y delineaba con sus dedos distraídamente la cicatriz: ya no le dolía.

Heather miró la pared que había tras el escritorio: el Sombrero Seleccionador, remendado y andrajoso, descansaba sobre un estante. Junto a él había una urna de cristal que contenía una magnífica espada de plata con grandes rubíes incrustados en la empuñadura; Heather la reconoció como la espada que ella misma había
sacado del Sombrero Seleccionador cuando se hallaba en segundo. Aquélla era la espada de Godric Gryffindor, el fundador de la casa a la que pertenecía Heather. La estaba contemplando, recordando cómo había llegado en su ayuda cuando lo daba todo por perdido, cuando vio que sobre la urna de cristal temblaba un punto de luz plateada.

𝖧𝖾𝖺𝗍𝗁𝖾𝗋 𝖩𝗈𝗌𝖾𝗉𝗁𝗂𝗇𝖾 𝖯𝗈𝗍𝗍𝖾𝗋Where stories live. Discover now