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𝗘𝗹 𝗴𝘂𝗮𝗿𝗱𝗶𝗮́𝗻 𝗱𝗲 𝗹𝗮𝘀 𝗹𝗹𝗮𝘃𝗲𝘀

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BUM.

Llamaron otra vez. Dudley se despertó bruscamente.

—¿Dónde está el cañón? —preguntó estúpidamente.

Se oyó un crujido detrás de ellos y Vernon apareció en la habitación. Llevaba un rifle en las manos; ya sabían lo que contenía el paquete alargado que había llevado.

—¿Quién está ahí? —gritó—. ¡Le advierto... estoy armado!

Hubo una pausa. Luego...

¡UN GOLPE VIOLENTO!

La puerta fue empujada con tal fuerza que se salió de los goznes y, con un golpe sordo, cayó al suelo.

Un hombre gigantesco apareció en el umbral. Su rostro estaba prácticamente oculto por una larga maraña de pelo y una barba desaliñada, pero podían verse sus ojos, que brillaban como escarabajos negros bajo aquella pelambrera.

El gigante se abrió paso doblando la cabeza, que rozaba el techo. Se agachó, tomó la puerta y, sin esfuerzo, la volvió a poner en su lugar. El ruido de la tormenta se apagó un poco. Se volvió para mirarlos.

—Podríamos preparar té. No ha sido un viaje fácil...

Se desparramó en el sofá donde Dudley estaba petrificado de miedo.

—Levántate, bola de grasa —ordenó el desconocido.

Dudley se escapó de allí y corrió a esconderse junto a su madre, que estaba agazapada detrás de Vernon.

—¡Ah! ¡Aquí estás, Heathy! —dijo el gigante.

Heather levantó la vista ante el rostro feroz y peludo, y vio que los ojos negros le sonreían.

—La última vez que te vi eras sólo una criatura —recordó el gigante—. Te pareces mucho a tu madre, pero tienes el cabello, igual o más alborotado, de tu padre. Y pensar que nadie sabía si eras niño o niña.

Vernon dejó escapar un curioso sonido. En privado Heather le agradecio que interveniera, sus progenitores no eran un tema que le interesaran mucho pero no decia nada, (a su parecer) habia cosas más importantes que llorarle a un muerto, no podia ir por la vida llorandole a personas que ni siquiera recordaba y tampoco quería ir haciendose la victima con que no tenia padres.

𝖧𝖾𝖺𝗍𝗁𝖾𝗋 𝖩𝗈𝗌𝖾𝗉𝗁𝗂𝗇𝖾 𝖯𝗈𝗍𝗍𝖾𝗋Donde viven las historias. Descúbrelo ahora