Capítulo 22

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ANDREA

Me despierto gracias a los ruidosos sonidos de mi despertador, el cual apago mientras me desperezo. ¿Estoy en mi habitación? Lo último que recuerdo de todo lo que pasó ayer fue que estaba con Aiden.

Seguro que me quedé dormida, Aiden me subió a mi habitación y me acostó en mi cama. Que mono es.

Deslizo la manta que reposaba sobre mi a un lado y me levanto de un salto. Había dormido como un bebé.

Bajo las escaleras tras asearme y vestirme para encontrarme a mi madre, sentada en su sillón con los brazos cruzados, y a mi padre, aposentado en el sofá.

Ambos me miran. Serios.

—Andrea Donovan Hernández siéntate con nosotros—me invita mi madre.

Sabes que algo va mal cuando tú madre te llama por tu nombre y apellidos. Esto no podía ser bueno.

—Dime que no es verdad eso de que tienes un trabajo—dice mi padre.

Mierda. ¿Cómo narices se habían enterado?

— Si es que ya decía yo que últimamente te olía el pelo a fritanga—bufa mi madre.

—¡Mamá!—exclamo, ofendida—mirad, sé que os lo debería de haber contado antes pero quería daros una sorpresa.

Ellos se quedan en silencio esperando a que prosiga con mis explicaciones, pero las caras con las que me miran imponen y no solo porque estén enfadados, sino porque parece que se van a abalanzar sobre mi en cualquier momento.

Trago fuerte y respiro hondo para seguir, con la esperanza de que me pudieran entender.

—Como perdisteis el trabajo comencé a buscarlo yo, porque en el fondo sé que os han despedido por mi culpa y con esto quería ayudar y compensarlo todo...

Ambos se miran, sin mostrar ninguna expresión. ¿Acaso eran robots? Necesitaba que dijeran algo.

—Andrea—comienza a decir mi padre—hemos recuperado el trabajo.

—¿Qué? ¿Cómo?—preguntó atónita.

—La empresa no ha ido demasiado bien desde que nos echaron, han caído las ventas y varios accionistas no estaban de acuerdo con la decisión tomada por la mayoría. Entonces los hicieron entrar en razón y nos llamaron ayer por la tarde. Volvemos a ser los directivos de nuevo.

—¿Qué? Eso quiere decir que...

—Que ya puedes dejar ese mugriento trabajo de camarera y volver a ser la de siempre—sonríe mi madre haciendo énfasis en la palabra "mugriento"

—Pero... me encanta trabajar ahí, además, ya le he cogido el truco y voy muy bien en la universidad.

—Cariño, estás en la universidad, necesitas centrarte en estudiar y dejar el trabajo para nosotros—dice mi padre raramente más calmado que mi madre.

—Dejadme trabajar este mes y lo dejo, ¿vale? Por favor—les pido.

Ya me había hecho a la idea de estar allí, al frente de la barra, todas las tardes. En cierta forma me ayudaba a ser menos tímida con la gente que no conozco y eso era bueno para mí.

Mis padres se miraron. Mi padre hizo un gesto con la cabeza y mi madre se limitó a soltar un pequeño bufido.

—Está bien, pero solo este mes—mi padre se cruza de brazos.—Y que sea la última vez que nos ocultas algo como esto, ¿entendido?

—De acuerdo.

No iba a mentirme a mi misma. No estaba nada contenta con las órdenes de mis padres de dejar el trabajo. Era el primero que conseguía por mis propios medios y no por que mis padres intercedieran en su empresa de alguna manera y consiguieran hacerme un hueco. Era realmente yo la que decidía si quería seguir o prefería dejar el trabajo, no ellos.

MI NIÑERO 2Where stories live. Discover now