Capítulo 27

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ANDREA

—¡Andrea!—susurra Zoe con lágrimas en los ojos mientras intenta arrastrase hasta mí como puede.

Sigo aturdida. Estábamos en una especie de cubículo, oscuro pero con la suficiente luz como para ver qué había varias cajas y una ventanilla por la que pasaba esa claridad.

—¿Estás bien?—pregunto a duras penas intentando erguirme un poco siendo esto difícil ya que tenia las muñecas y los tobillos atados con las dichosas bridas del demonio.

Maldije al inventor de las bridas para mis adentros por haberlas creado para luego centrarme en Zoe, la cual, aunque intentase ocultarlo y tranquilizarse, se notaba que estaba verdaderamente asustada. Era normal. Nos habían secuestrado.

—Sí, estoy bien, aunque con un dolor de cabeza insoportable, ¿y tú?—dice, y parece que se ha olvidado de la disputa que teníamos entre nosotras.

—Bien, aunque estaría mejor si no estuviese atada. ¿Dónde estamos?—pregunto mediante un susurro mirando hacia todos lados.

—En una furgoneta. Cuando me he despertado hace unos minutos, ya estábamos aquí atadas. ¿Qué está pasando?—pregunta asustada.

Era normal. Yo también lo estaba. Teníamos que pensar en una forma de huir sin que nos descubrieran y rápido.
Creo que era hora de contarle todo a Zoe. Ella tenía derecho a saber lo que estaba pasando. Debía de saber la razón por la que ambas nos encontrábamos ahí atrapadas.

—El año pasado desapareció una chica que después apareció sin vida en un parque. Sara, su amiga...—no me dejó terminar de explicarle la situación ya que me cortó nada más decir el nombre de Sara.

—¿Sara? ¿¡La chica que todo el mundo dice que está loca!? ¿Todo esto es por ella? Genial Andrea, te has lucido—pone los ojos en blanco como si no se pudiera esperar nada mejor viniendo de mí.

Imito su gesto y pongo los ojos en blanco también. Aguanto las ganas de gritarle que se calle y me deje explicarle todo.

—Pickens es el asesino, todo lo que nos está haciendo lo demuestra. Él secuestró a la chica para luego matarla.

Zoe se quedó quieta. Inmóvil.

—¿Pickens un asesino en serie? ¿No crees que estás delirando un poco?—pregunta incrédula, pero le puedo notar un atisbo de duda. Como si estuviese dudando en que mis palabras fuesen solo una mentira.

—Su hijo, Max, quería vengarse de mí. Él me acosaba e intentó...—hago una pausa. No me sentía todavía con fuerzas de poder decirlo abiertamente—Aiden me salvó de él y juró vengarse...

—No hace falta que sigas, te esta costando mucho decírmelo y seguro que todavía te sientes con miedo—me corta de nuevo.

Yo la miro. Sin saber que contestar. Decido cambiar de tema. Salvándome así de esa conversación y de la incomodidad de quedarnos en silencio.

—Tenemos que salir de aquí, como sea.

—¿Pero cómo? Estamos atadas y encerradas en el maletero de una furgoneta por si no lo recuerdas—recalca lo obvio.

Miro hacia todos lados buscando algo con lo que desatarnos, ignorando por completo sus palabras. El tiempo corría en nuestra contra y debíamos de darnos prisa. Entonces me fijé en Zoe.

—Date la vuelta—ordeno, sin darle explicaciones.

—¿Qué?

—Date prisa y date la vuelta. Agacha un poco la cabeza hacia mí.

Me hizo caso y yo también lo hice. Me di la vuelta y de su pelo cogí una horquilla, la cual sujetaba un mechón de cabello rebelde que cayó por su mejilla.

—¿Se puede saber qué pretendes?

Se dio otra vez la vuelta para mirarme extrañada. Entonces yo le tendí su horquilla.

—Sujétala, tengo una idea con la que podremos desatarnos y escapar—digo, sin darle más explicaciones.

Ella me hizo caso sin preguntar nada más. Mi determinación en esas palabras me sorprendió a mi misma tanto como a ella. Me acerqué como pude y comencé a mordisquear las puntas de la horquilla con la intención de hacerlas más afiladas y fuesen capaz de cortar algo. Me quedaría con los dientes negros de la pintura que llevan alrededor de la estructura de hierro, pero valdría la pena si conseguíamos salir de esta.

En unos minutos tengo la horquilla de pelo afilada en las manos y estoy intentando romper la brida que le ata las muñecas a Zoe.

—¿Estás segura de que esto funcionará?—pregunta incrédula y justo en ese momento sus manos se sueltan.

Había conseguido romper aquel trozo de plástico con éxito.

Escupo la horquilla.

—Ahora cógela y quítate la brida de los tobillos.

Zoe me hizo caso. Estaba claro que la había dejado sin palabras ya que no creyó en que mi plan funcionara.

—Ahora te toca a ti—dice Zoe dispuesta a quitarme las bridas.

Yo me aparto de un movimiento.

—No, escapa.

—No te voy a dejar aquí, Pickens es un psicopata, al igual que el tío ese que va con él.

—Zoe, no hay tiempo, escapa de una vez, busca ayuda. Yo estaré bien—le prometo, aunque fuese una de esas promesas que ambas sabíamos que no sabría si sería capaz de cumplir.

—Volveré, te lo prometo—me mira con una sonrisa y respira hondo teniendo en mente ya lo que le espera a partir de qué saltase.

Zoe se acercó a la puerta de la furgoneta y la abrió, dejando ver cómo el vehículo iba a gran velocidad por una carretera. Zoe me miró y saltó aprovechando una curva por la que habían tenido que aminorar la marcha para no salirnos de la carretera.

Cerré como pude la puerta de la furgoneta y volví al sitio en el que me habían dejado.

Pasaron unos minutos y de repente la furgoneta paró en seco. Me di prisa y me arrecosté en el suelo para hacerme la dormida, como si siguiera sufriendo los efectos del cloroformo.

—Por fin hemos llegado—oigo como se queja Max desde fuera.

—Menos quejas y más ayudar, necesitamos meter a las chicas en la casa antes de que alguien pueda pasar con el coche y vernos.

Escucho como los pasos se hacen más sonoros hasta que se paran y sé que están en la puerta del maletero ya que este se abre. Yo finjo con todas mis fuerzas, intentando que no se den cuenta de que estoy totalmente consciente y que me estoy enterando de todo.

—¿¡Dónde narices está la otra chica!?—exclama Pickens llevándose las manos a la cabeza.

—¡Y yo que sé, habrá escapado!—dice Max en el mismo tono que le había gritado su padre— ¿qué más da?

—¿¡Qué más da!? ¿Eres tonto o que te pasa? ¡Puede ir a la policía!

Pickens comienza a perder los papeles y Max le intenta quitar importancia diciéndole que Zoe debe de estar tan asustada que no dirá nada a nadie. Pickens parece creerle o por lo menos intenta no perder del todo los papeles ya que siguen teniéndome a mi.

—Cógela y llévala dentro, antes de que algún curioso pase con el coche y le dé por mirar—le ordena Pickens a Max.

Entonces noto como alguien me agarra de la cintura y me coloca de forma que mi tripa chocaba contra su hombro, como si n vez de transportar una persona estuviese llevando un saco de patatas. Enseguida echa a andar aunque se queja por lo bajo de que lo tiene que hacer él y no el mandón de su padre.

MI NIÑERO 2Where stories live. Discover now