Capítulo 26

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ANDREA

Me giro poco a poco para encontrarme con la sonrisa ladeada de Max, el cual estaba apoyando su trasero sobre la mesa de Pickens con los brazos cruzados sobre su pecho. Mientras que el señor Pickens estaba sentado en su silla, frente al escritorio, con las manos entrelazadas sobre la mesa y mirándome fijamente.

—¿Max? ¿Qué narices haces tú aquí?—pregunto, intentando disimular que no sabía que ambos estaban compinchados desde un primer momento.

—Por favor, no mientas—dice Pickens levantándose de su silla para rodearme, agarrarme de los hombros y sentarme en una de las sillas que se encontraban delante de su escritorio.

Max se acerca y mientras Pickens me sujeta por los brazos, él coloca unas bridas alrededor de mis muñecas, entrelazándolas con los reposabrazos, impidiendo así que me mueva.

—¿Qué hacéis? ¡Soltadme!—exclamo al notar como mis muñecas quedaban juntas a la silla, casi cortándome la circulación.

Entonces Pickens alza la mirada para observarme fijamente.

—¿Crees qué no en di cuenta de lo que hiciste?—pregunta de repente. Poniéndose en pie y sacudiéndose las manos como si acabase de hacer un trabajo muy duro y estuviese satisfecho del resultado.

—Lo siento pero no sé de que me está hablando—intento no perder la compostura y seguir con mi fachada de chica tranquila.

Era de sentido común que no iba a poder huir si seguía atada a esa incómoda silla. No tenía opiniones para escapar, aunque si me intenté zafar de las bridas nada más ponérmelas Max, aunque claramente, fue un intento inútil.

—¿Ah no?—oigo como se abre una cremallera y de repente Pickens sujeta frente a mis ojos su teléfono móvil mientras coloca su mano izquierda en el respaldo de la silla, acercándose demasiado a mí.—¿Y esto qué es? ¿Te suena de algo?

—Claro que me suena, es un móvil—digo la obviedad que me acaba de preguntar.

Sabía que no me estaba preguntando por aquello, pero tenía la esperanza de ganar un poco de tiempo hasta que llegase Zoe y pudiese escapar de tal aprieto.

Entonces, Max da un golpe fuerte en el escritorio de Pickens, sacándome de mis pensamientos y haciendo que de un pequeño salto por el susto que me había dado.

—¡Lo sabemos todo, joder!—exclama tras dar el golpe.

Pickens lo mira con mala cara. Está claro que lo que acaba de hacer Max no había sido muy buena idea.

—Da otro golpe y el siguiente te lo llevas tú, ¿entendido?—le amenaza Pickens, sin siquiera temblarle la voz.

Entonces se agacha de nuevo acercándose a mi oído. Puedo escuchar su respiración contra mi oreja, y noto como arquea los labios formando así una sonrisa.

—No te hagas la tonta, sé que estuviste husmeando en mis cosas, ¿crees que no me di cuenta?

A mi se me paró el corazón en ese mismo instante. Trago saliva fuertemente. Me había pillado. Joder. ¿Y ahora qué podía hacer? No podía escapar tan fácilmente, eran dos contra mí y la agilidad no formaba parte de mis cualidades. Estaba perdida.

Max movía la pierna, nervioso. Estaba esperando para algo con ansias, se notaba perfectamente. Cuando se percata de que le estoy mirando, sonríe y se acerca, arrodillándose frente a mí mientras Pickens se aleja dejando un vacío en mi espalda y yendo al cajón de su escritorio para agarrar algo.

—¿Me echaste de menos, princesa? Porque yo a ti sí. ¿Sabes? He estado esperando por este momento desde que Aiden, el bueno de tu novio, me dio esa paliza en el baño del bar del padre de Carlota. He estado esperando tanto tiempo por acariciar tu piel—alza la mano para recorrer en una caricia con los dedos desde mi mano, subiendo por mi brazo izquierdo—, por besar tu cuello—sigue acariciándome con su mano subiendo por mi cuello—, por lamer esos labios que dan tantas ganas de comérselos...—acerca su mano a mi boca y con el dedo pulgar, arrastra mi labio inferior hacia abajo levemente.

Estaba loco. Ahora lo vi con claridad. Esto quiso decir cuando al salir del hospital juró que eso no se iba a quedar ahí. Y joder. Tenía razón. Aunque nunca pensé que se vengaría de esta forma.

Entonces alguien llama a la puerta. Y yo doy las gracias al universo por haber mandado a alguien que me salvara en ese momento.

—¿Puedo pasar?—pregunta Zoe al otro lado de la puerta.

Max y Pickens se miran serios, como si se les hubiese olvidado que Zoe también estaba invitada a la fiesta que habían montado en este despacho—nótese mi sarcasmo—.
Max me tapa la boca con las manos impidiéndome gritar mientras Pickens se coloca detrás de la puerta y le da permiso para pasar.

—Lo siento por el retraso, había mucho tráfico en la carretera y no he podido llegar antes, lo siento de verdad...—Zoe se queda parada cuando se percata de que Max me estaba tapando la boca mientras mis manos estaban atadas tras mi espalda.

Yo intento gesticular con los ojos, emitir algún sonido que la alerte para que corra a pedir ayuda a alguien, pero antes de que ella pueda procesar tanta información de golpe, Pickens se abalanza sobre ella por la espalda y le coloca una especie de pañuelo de tela sobre la nariz y la boca. Cloroformo.
Sostiene el pañuelo por dos largos minutos, los cuales Zoe no para de intentar luchar contra Pickens y zafarse de ese pañuelo y del agarre del profesor. Inútilmente cae al suelo rendida. El compuesto químico le había hecho efecto.

—¡Zoe!—exclamo cuando Max suelta un poco su mano de mi boca intentando escuchar alguna respuesta suya, pero era inútil. Estaba completamente dormida.

—¿Quién narices es esa?—pregunta Max, volviéndome a tapar la boca.

—Zoe, la otra chica de la que te hablé para el plan, lo que pasa que nunca me escuchas y no te acuerdas de esta parte importante del plan—se queja Pickens mientras agarra de un brazo a Zoe y se lo pasa alrededor de la cabeza para luego sostenerla de la cintura y las piernas, cogiéndola así en brazos.

—Mira, en eso he salido a ti, tú tampoco me escuchaste cuando te dije que dos chicas iban a ser mucho y que habría problemas. Deben de ser los malos genes, que se pegan.

Esto confirmaba lo de la foto en el móvil de Pickens. Eran padre e hijo. Estaba más que claro.

—Déjate de palabrería que tenemos trabajo—tras decir eso, Pickens le lanza a Max el mismo pañuelo de tela que había usado con Zoe, cogiéndolo al vuelo esbozando una sonrisa maliciosa en la cara.

—No te preocupes cariño, no notarás ningún dolor—ríe Max mientras acerca el pañuelo lentamente a mi cara.

Yo protesto. Grito y aparto la cabeza todo lo que puedo, pero finalmente coloca el pañuelo sobre mi nariz y mi boca, tapando así mis vías respiratorias. Trato de aguantar la respiración. Aunque más bien se convirtió en un intento inútil de intentar no caer rendida por aquel compuesto químico, ya que no aguantaba más y tuve que respirar de nuevo.
Poco a poco fui notando como los párpados de los ojos me pesaban. Mucho. El cuerpo no respondía a mis ordenes de intentar zafarme, ni siquiera era capaz de mover un dedo ni un simple centímetro. Finalmente, caí en un profundo sueño sin poder remediarlo.


—Bss-bss—noto un sonido que proviene de enfrente de mi mezclado con ruidos de una especie de coche en marcha atravesando un camino de baches.

Abro los ojos con pesadez. Lo primero que veo es a Zoe. Estaba acostada en el suelo de... ¿dónde rayos estamos?

MI NIÑERO 2Where stories live. Discover now