Capítulo 32

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Pasó un buen rato y yo seguía en la misma posición. El chico continuamente se acercaba a la puerta y pegaba su oído para tratar de escuchar algo. Voces de alumnos y sonidos del exterior eran lo único que se podía apreciar —estoy a nada de volverme loca—.

Yo estaba con el pecho al descubierto, Oliver rompió mi Jersey por la mitad, vi que en el suelo había un pedazo de tela tirado, así que me cubrí con este. Debo decir que el chico de la recepción
—Nathan al parecer ese es su nombre, para ser honesta no lo recuerdo— su comportamiento era adecuado hasta el momento. Asimismo, gracias a él, tengo compañía, aunque no confíe ni en mi sombra, pero el parece alguien amable.

El tiempo me parecía eterno, había dejado de llorar desde hace un rato, pero mi mente aún seguía procesando todo —o al menos lo intentaba—. Tenía tantas preguntas sin responder, nunca pasé por algo así, Oliver había sido mi primer novio, con el aprendí muchas cosas, pero hoy me demostró lo basura que puede llegar a ser.

¿Por qué Oliver me había hecho eso?

¿Acaso fui insuficiente para él?

¿Hice algo mal?

¿Cometí algún error en el camino?

Nada de lo que sucedió hoy es culpa tuya.

Me estaba atormentado con tantas cosas, y sacaba conclusiones que no tenían sentido. Necesitaba aclarar muchas dudas. La única persona en la que después de muchos años de sufrimiento, había estado para mí, era el, era Oliver.

Yo decidí dejarlo todo para seguir a su lado y así no caer en tentaciones con otras personas. Mi amor fue más grande, pero aparentemente el suyo no. En ese momento aprendí una cosa.

No todas las promesas se cumplen, y no todos los amores son correspondidos.

—Aquí no hay nada para comer —bufó Nathan revisando los estantes con productos de limpieza— Solo desayuné un burrito y mi estómago pide a gritos algo de alimento

—Es cuarto de intendencia —hablé con torpeza y obviedad a la vez— no encontraras nada que sea comestible, quizá alguna cucaracha

—Ambos necesitamos comer, tú estás deshidratada, tu cara demacrada lo pide a gritos

—¡Qué lindo! —respondí de forma gélida

—Tienes que tomar algo, llevamos horas aquí —revisó en unas cajas y encontró limpiadores y desinfectantes líquidos— Esto no sirve para nada

Los dejó en su lugar y bufó con frustración. Se subió a unas cajas y revisó la parte más alta de los estantes. Sacudió y revisó hasta la última caja y no encontró nada.

—Más limpiadores —gruñó con molestia y bajo de las cajas— Si bebo alto de esto me muero

—Deberías darme uno, quizá si le tomo un trago a alguno de los productos, me libere de mis problemas finalmente

—Espero y estés bromeando —respondió levantando una ceja—. No pienso dejar que tomes nada de lo que hay aquí —alejó las cajas y las subió lo más alto posible—

—¿Por? —pregunté ofendida

—Número uno, no quiero verte morir frente a mis ojos, eso sería aterrador y traumático

—¡Gracias! —respondí con sarcasmo

—Número dos, tu amiga la rubia me mataría si ve que te pasa algo, hace unas horas casi se sube al mostrador a darme una paliza.

Fuera de mi planDonde viven las historias. Descúbrelo ahora