Capítulo 40

32 7 0
                                    

Luego de esa pequeña parada al baño, retomamos el camino. No podía controlar mis nervios, así que me envié textos con Jesse durante un gran rato. En ocasiones nos decíamos cosas sin sentido, en otras Alexander me miraba y regresaba la vista al frente, creo que no quería incomodarme haciendo preguntas extrañas.

Ya estábamos muy cerca, vi como entrábamos a la avenida principal, no pude soportar más y solté una bocanada de aire, sentí como Alexander puso su mano en mi rodilla y la acarició levemente.

—Todo saldrá bien —comentó dándome una sonrisa, admito que sus palabras eran relajantes, pero en ese momento no me servían mucho

No pude evitar ver que pasábamos por enfrente de la casa de los padres de Oliver. La observé por unos segundos y luego le indiqué a Alexander dónde estacionarse. Aparcamos justo frente a mí, casa, salí del auto y vi a Jesse mirándome emocionada.

—¡Linda casa! —comentó André saliendo de su auto—

Le di una sonrisa y caminé directo a la puerta. Un cosquilleo se hizo presente cuando quedé de pie frente a esta. Sin dudarlo llamé a la puerta, y segundos más tarde una chica de cabello castaño nos abrió.

No tenía ni la más mínima idea de quien era ella.

¿Y está quién es?

Ni idea.

—¿Hola? —saludó con una sonrisa carismática—

Miré a Alexander confundida. Realmente no tenía idea de quien era.

—¡Hola! —traté de sonar normal, aunque estaba muy confundida—. Busco a Amelia

Algo hizo clic y parece que lograba entender todo.

—¡Tú debes ser Lía! —dijo emocionada y me dio un abrazo, no supe como corresponderle, pues me tomó por sorpresa— ¡Pasen, bienvenidos!

Todo seguía igual, mi madre no había cambiado nada de lugar. No sé si estar ahí me tranquilizaba o me ponía peor.

—¿Se encuentra mi madre? —pregunté ante su notable ausencia y la extraña presencia de esa chica

—Claro, se está arreglando. Ella sabría que vendrías. ¡Iré a buscarla, pónganse cómodos donde gusten! —me sonrió por última vez y se fue

Es tú casa, obviamente puedes sentarte donde quieras. Es más, siéntate en el piso

¡Tranquilízate!

—¡Pueden sentarse! —les dije a los chicos quienes seguían en silencio mirándose unos con otros

—¿Eres tú? —preguntó Alexander mientras veía un marco con una foto mía y sacaba su celular

—Sí, y ni se te ocurra usar ese celular y ocupar mi foto

Lo vi reír y dejar la foto en su lugar.

Mientras los chicos veían las fotos que estaban por toda la casa, yo me metí a la cocina para servirles agua.

Unos pasos provenientes de la escalera se hicieron presentes. La voz de mi madre inundó mis oídos. Salí corriendo y le di un enorme abrazo.

—¡Mamá! —exclamé abrazándola con mucha fuerza y oliendo ese perfume de vainilla que tanto usaba— ¡Te extrañé!

—¡Ni siquiera me hablabas Lía, estaba preocupada por ti! —se separó y me regañó dándome un pequeño manotazo en el brazo—. ¡Debería castigarte por ello!

Su mirada era de enojo, eso estaba muy claro.

—¡Mamá! —me quejé al recibir el golpe, vi a los chicos reír y mi cara empezó a calentarse de la vergüenza—. ¡Hay visitas!

Fuera de mi planDonde viven las historias. Descúbrelo ahora