25. ZAHORÍ

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El vendedor tenía una edad longeva, de su barbilla crecía una barba blanca, en uno de sus ojos, el izquierdo concretamente ,tenía un monóculo y de su cabeza nacían dos lustrosos cuernos parecidos a los de un ejemplar de ciervo.

Aunque el aspecto de aquel hombre no fuera para nada común Ella se sentía tranquila a su lado, de alguna manera desprendía amabilidad y sabiduría.

Llevaba puesta una bata de mangas anchas y curiosos diseños, sus gestos fluían en el ambiente como los riachuelos por los valles, un aire místico era dueño del barracón prohibido casi como si aquel pequeño trozo de tierra no perteneciese al Reino del Sol.

: Entonces...- dijo la joven- ¿ Habías oído hablar de mí?

: ¡ Por supuesto !- contesto el vendedor- hoy en día no se habla de otra cosa, por muy lejos que vivo del centro de la ciudad siempre llegan hasta aquí los rumores sobre ti y tus actos barbáricos.

: ¿Y cómo sabes que  yo soy la nigromante ? - preguntó curiosa- ¿Cómo sabes que no es un engaño?

: Oh jovencita, lo sé porque nadie aquí querría hacerse pasar por una desdichada bruja- el anciano hizo una breve pausa y carraspeó su garganta- y aunque así fuese tu aspecto te delata, tu forma de hablar y de moverte, tu olor incluso la mirada de tu rostro, sin duda eres una nigromante. 

La chica se dio cuenta de que estaba hablando con alguien perspicaz, ni siquiera el tiempo había sido capaz de arrebatarle sus dotes de deducción, por muy notoria que fuese la raza de Ella el vendedor no se había perdido ni un solo detalle y ahora le devolvía la pregunta:

:¿Y tú cómo sabes que no voy a denunciarte ante el rey? ¿Porqué confías tanto en un extraño como yo?

: Tengo mis fuentes de información- contesto intentando parecer misteriosa- desde luego no hablas como alguien que quisiera denunciarme, ni te mueves como uno ni la mirada de tu rostro me dice eso, y aunque estuviera equivocada no tengo nada que perder .

Una vez las cartas sobre la mesa el vendedor sonrió y contestó:

: Ya veo porque has logrado escaparte del rey, eres inteligente pequeña- sus ojos brillaban con esperanza- ten por seguro que eres bienvenida en mi humilde morada, puedes llamarme Zahorí.

:Mi nombre es Ella, Zahorí- le devolvió la sonrisa.

La joven echo un vistazo a su alrededor, desde afuera la tienda parecía mucho más grande pero desde dentro el espacio se reducía a una sola habitación, su techo era alto y estaba repleta de estanterías y numerosos productos.

Los ojos de Ella volvieron a la infancia asombrados e ilusionados con todos los artilugios de la sala: del techo colgaban pequeñas lámparas llenas de mecanismos, en  las estanterías reposaban libros llenos de encantamientos, las cajas de música esperaban impacientes  a que las tocaran y las de madera a que las abrieran, había cuadros que se movían suavemente, frascos que hablaban, pócimas aromáticas, engranajes sueltos, botones rotos, ingredientes extraños, risas enjauladas, caracoles con piernas y muchos más detalles que se perdieron en la inmensidad de la tienda.

Allí Ella conectó con un lado oculto de sí misma que nunca antes había visto, uno que hallaba la paz y la alegría en la magia, uno que ansiaba conocer el mundo mágico y tocarlo con sus propias manos.

Zahorí le sonrió sin interrumpir su hallazgo, entendía perfectamente lo que la chica sentía, admiración, sed de conocimiento, unión y un complejo amor hacía la magia, lo mismo que le había llevado a él unos cuantos años a tras a dedicarse al mundillo.


: ¿Te gustan mis productos?- la miró jovial- Yo ha diferencia de ti no soy ningún mago, pero me acerco a la magia todo lo que puedo y convivo con ella aquí, en mi pequeña tienda

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: ¿Te gustan mis productos?- la miró jovial- Yo ha diferencia de ti no soy ningún mago, pero me acerco a la magia todo lo que puedo y convivo con ella aquí, en mi pequeña tienda.

El vendedor hablaba con orgullo de su humilde barracón.

: Me encantaría enseñarte cuanto yo sé ahora mismo pero no va a ser posible, sabes que no estás en una buena situación- dijo serio- los guardias del rey podrían venir en cualquier momento o alguien podría escucharnos, hablemos en otra parte.

Zahorí se dirigió hacía una de las estanterías y sin pensárselo mucho presionó el lomo de un libro rojizo, poco después el suelo tembló y en un segundo se había abierto ante ellos un pasadizo a una sala secreta, allí se encontraba el espacio que se veía desde fuera, por alguna razón el vendedor prefería mantenerlo oculto.

Los dos entraron a la sala secreta y tras ellos se cerró la puerta, era una habitación menos espectacular que la anterior pero mantenía el encanto, en el centro había una mesa con dos o tres sillas y la iluminación era mayor. Alrededor había unas vitrinas de cristal donde Zahorí guardaba sus productos más preciados y aquellos que podrían molestar al rey.

: Aquí guardo mis productos más raros y valiosos de mi colección - declaró sin miedo- por supuesto también son mis favoritos, los escondo aquí no por miedo a que alguien pueda robarlos si no porque el rey podría acabar con mi vida fácilmente si los descubriera.

:¿ Porqué arriesgas tu vida por ser vendedor de productos mágicos? - preguntó Ella acariciando una de las vitrinas- ¿ No sería más fácil dejar de dedicarse a este trabajo?

: Por amor a la magia- contesto sin atisbo de duda- la magia es una forma de vivir, claro que, yo podría fácilmente dedicarme a otra cosa y seguir todas las órdenes de mi soberano pero eso ya no sería vida para mí, si me quitas  esto me lo quitas todo, ¿Cómo podría vivir sabiendo que hay un mundo lleno de magia al que no pertenezco?

:¿ Porqué el rey odia tanto la magia?- preguntó insaciable la chica- ¿ No es algo beneficioso para el pueblo?

: No la odia, le tiene miedo- le respondió Zahorí- la dinastía de elfos nunca a dominado la magia, son seres sin capacidades mágicas lo que los deja en desventaja frente a otras especies como por ejemplo las brujas- suspiró harto- es por eso que no deja de hostigar a los seres que se dedican a este tipo de oficios con impuestos y restricciones incluso cuando la magia es necesaria y una parte de la vida cotidiana.

: Bueno ya tenemos algo en común- le sonrió Ella- a los dos nos odia el rey.

: Y tanto- se rio enérgicamente- a mi me obligó a mover mi tienda a las afueras por ser una mala influencia, incluso aquí sigo siendo una de las mejores tiendas mágicas y tengo mucha clientela, hace bien el rey en tenerme miedo.

: Señor- susurró Ella- Tengo un poco de sed ¿Podría beber algo? 

: Oh, por supuesto que sí - contesto levantándose- ¡ Qué mal huésped soy! debe ser que se me han olvidado los modales porque hace mucho que no tengo una visita, bueno dejemos de hablar sobre mí y cuéntame tu historia.

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