36. ESTAMOS SOLOS

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En medio de la noche una bandada de cuervos salió espantada graznando como previo aviso de lo que estaba a punto de ocurrir.

A lo lejos un horrible estruendo irrumpió la tranquilidad del bosque, la criatura que generaba aquellos sonidos se acercaba con rapidez hacía el campamento temporal de Ella, a su paso rompía todo, de ahí el enorme ruido que producía su avance.

Los tres jóvenes se quedaron pasmados llenos de estupor, se miraban entre ellos buscando en los otros la valentía que habían perdido.

En cuanto la bestia divisó la fogata supo que allí iba a encontrar alimento, lanzó un fuerte aullido y se abalanzó hacía sus presas que se habían quedado con la sangre helada.

Era un animal gigantesco, su corpulencia y ferocidad eran inigualables, tenía colmillos afilados, ojos fieros, piel dura como una roca y sus rasgos recordaban a un felino.

En ese momento Ella se dio cuenta de que el rey no había mentido, deseo con todas sus fuerzas estar entre los muros protectores aunque los habitantes del reino la quisieran muerta.

: ¡ Corred!- gritó la chica  con toda su fuerza.

No solo la bestia los perseguía si no también la mala suerte, cada uno huyó en una dirección distinta quedando separados en la inmensa magnitud del bosque.

El horrible monstruo decidió centrarse en la caza de la pequeña humana, por suerte su tamaño dificultaba sus movimientos y mientras Ella se escondiese entre la maleza aún tenía posibilidades de vivir.

Los otros dos siguieron corriendo atemorizados por los aullidos del animal, que aunque estuvieran lejos no dejaban de ser aterradores, ninguno podía contactar a los otros y tampoco se hubieran atrevido a romper el silencio y dejar que otra bestia los viera.

Estaban solos.

Peor se encontraba Ella que a duras penas conseguía librarse de las garras del felino que incansables la acorralaban, poco a poco se quedaba sin aliento y sabía que no iba a aguantar mucho más.

La chica se dio cuenta de lo cruel que era la naturaleza fiel a la ley del más fuerte, el rey no era distinto de aquella bestia.

Sin darse cuenta la joven corrió hacía una zona sin vegetación, un grave error siendo que esta era su única protección ante la fiera, debía encontrar rápido otro lugar donde poder ocultarse.

Ella divisó una arboleda cercana, sus árboles eran altos como secuoyas teniendo un tronco alto,  recio y las copas frondosas.

El animal gigantesco se detuvo en seco cuando la joven entró en la arboleda, la observó y se dio media vuelta dando la caza por perdida y listo para buscar a sus otras dos presas.

Conforme esta desapareció la noche volvió a su eterna paz como si nada hubiese pasado, la chica seguía fatigada a penas lograba  mantenerse en pie pero no podía quejarse del resultado.

Poco después intento comunicarse con la caracola pero no obtenía respuesta, aquello no iba a aliviar el silencio, tampoco era una opción salir a buscar al resto por mucho que le disgustase la idea de que el monstruo encontrase a sus compañeros.

Ella se giró hacía el interior del bosque de secuoyas, sus inmensas hojas tapaban cualquier leve luz de la luna quedando su interior en total oscuridad, era el rincón más oscuro y siniestro nunca antes había visto.

La joven no dejaba de preguntarse por que el animal salvaje no había querido adentrarse , quizá aquel lugar escondía algo más peligroso sin embargo Ella decidió investigar que era lo que guardaba el corazón de aquel bosque, no como humana si no como  bruja.

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