52. SOL

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En cuanto abrieron la puerta se encontraron al rey en frente, sentado en su trono como si los estuviera esperando. 

Era un rey demacrado, en su rostro se mecía una sonrisa nerviosa, la corona estaba descolocada, su pelo revuelto, la revolución había dejado solo los restos de lo que una vez había sido.

Su temple temible, frío y poderoso había sido robado por la locura.

:¡Tu secreto ha sido desvelado! - gritó Ella- ¡ No tienes nada que hacer, ríndete! ¡Pagarás todo el daño que has hecho!

: Desde que te vi tuve un mal presentimiento...- susurró el hombre de la corona- es ridículo ¿Sabes? yo pude acabar con todo un grupo de las de tu especie ¿Y resulta que una sola bruja me ha arrinconado ? Si tan solo te hubiera matado cuando pude... Pero fue la avaricia de contemplar a mi presa lo que acabó conmigo, sin embargo, no me rendiré hasta el final maldita bruja, prefiero la muerte antes de acabar en tus manos.

El rey no soltaba más que delirios de loco, su nombre y su identidad se los daba la corona, vivir sin ella iba a ser tan humillante que prefería acabar con él mismo.

: A eso hemos venido- sentenció Galia muy serio- A lo largo de tu vida no has causado otra cosa que no sea dolor, por eso ha llegado hora de que esto acabe, tú mismo has cavado tu propia tumba.

: ¿ Vas a matarme? Estás irreconocible hijo mío- se dirigió hacía el joven con una siniestra sonrisa- Somos iguales, te hubiera dado el reino entero una vez estuvieras preparado pero me traicionaste, fue todo por avaricia ¿ Verdad? Tienes el mismo ansia de poder que tu padre.

: ¡Tú ya no eres mi padre!- gritó el príncipe- ¡ No entiendes nada! ¡ No es por el poder ni siquiera venganza, es la única manera de que haya paz en este reino! 

: Entonces adelante, hazlo.-El rey lanzó una espada a los pies de Galia y agarró otra para defenderse.

Ella no sabía qué hacer, la situación cada vez era más tensa y delgada como una cuerda apunto de partirse, al final decidió no interrumpir la decisión de Galia.

El hijo legítimo del rey cogió la espada, tenía una cruda determinación que a la vez lo asustaba.

Los espadazos resoban por toda la sala, el sonido frío caía en las paredes de piedra y el eco se esparcía alargando la batalla que en realidad no duró mucho, la vejez impedía al rey moverse con la fluidez jovial y veloz de Galia que en cuanto pudo dio un golpe certero y mortal para no dilatar el sufrimiento.

: Este, hijo mío, es el primer paso... para que te conviertas en alguien como yo- susurró el hombre de la corona- tus manos están manchadas de muerte igual que las mías, tenemos la misma sangre, Galia.

El príncipe  no supo que responder, de un momento a otro su determinación había desaparecido y se sentía diminuto, había ido antes de caza pero la sensación era totalmente distinta, aún no podía creerse que había acabado con la vida de alguien, todo había sido tan rápido y él, él seguía siendo un niño.

El espíritu de aquel hombre sin nombre ascendió llevándose consigo todo el sufrimiento que había causado, a penas derramó sangre porque su cuerpo al igual que su alma estaba vacío, procuró que incluso sus últimas palabras dejasen una herida.

Ambos sintieron un fuerte alivio al ver que su lucha había terminado, un nuevo inicio estaba por comenzar, pero solo Galia sintió un profundo dolor punzante como si la espada hubiera sido clavada en él, tenía miedo de que aquellas palabras fueran ciertas y no quería reconocer lo que sus manos habían cometido porque decirlo había sido mucho más fácil que afrontarlo, la realidad siempre era más dura.

Ella no tuvo palabras, simplemente abrazó a su amigo y sostuvo sus lágrimas.

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