CAPÍTULO 6

567 38 1
                                    


Ambos jóvenes se separaron al instante al escuchar el grito de la princesa heredera. Hugo se reprendió mentalmente, ¿Cómo pudo perder los estribos de esa manera? ¿Acaso no era consiente de la situación a la que exponía a Sofía?

— ¿Y bien? Estoy esperando una explicación— dijo Amber cruzando sus brazos con impaciencia

Sofía fue la primera en reaccionar, poniendo una postura mucho más tranquila y aireada dirigió su vista a su hermana, suspiró para calmar sus nervios y vergüenza— Esto es solo un gran malentendido— empezó a explicar— Hugo tenía un problema de visión así que quería verificar que todo estuviera bien.

Hugo sonrió disimuladamente, le parecía de lo más cómica la explicación; él sabia que Amber no era tonta y siendo del todo sinceros, ni si quiera un tonto creería esa historia.

— No soy tonta, Sofía—exclamó la princesa.

— Nadie dijo que lo eras, Amber— se apresuró a responder Sofía— simplemente no hay nada más que una situación del todo normal por aquí, ¿cierto, Hugo? — dijo girando su vista hacia el rey

— Así es —confirmó Hugo

Amber miró a ambos jóvenes y sin ánimo de discutir decidió darles la razón y no insistir más en el tema.

— Bien, no indagaré más allá, pero quiero que sean consientes de que si otra persona los hubiese encontrado, se tendrían que haber casado y aunque considero que ustedes dos tienen...

Sofía se ruborizó en seguida. La idea de ser la compañera de Hugo le resultaba simplemente maravillosa, pero tan irreal y distante a la vez.

— Si ese hubiera sido el caso— interrumpió Hugo— me habría hecho responsable

Sofía lo miró sorprendida, ¿de verdad se habría casado con ella?

—De acuerdo, de acuerdo— dijo Amber rendida al comentario— Debemos entrar, padre hará un anuncio y quiere a todos presentes.

Los tres entraron apresuradamente al salón. Hugo miró a Sofia mientras esta se alejaba con su hermana con la intensión de llegar hasta su padre, el cual, al verlas sonrió y tomó una copa de champagne para finalmente caminar hacia el centro de la pista.

El rey hizo sonar el cristal de su copa para llamar la atención de todos los presentes, luego se aclaró la garganta y habló:

—Les agradezco infinitamente el que estén aquí hoy, celebrando no solo el regreso de mis tres hermosos hijos, sino que, siendo partícipes del anunció que estoy a punto de comunicar— volteó la vista hacia la reina Miranda, le tendió la mano y cuando estuvieron hombro a hombro, continuó— Como todos saben, mis hijos han cumplido la mayoría de edad, y es mí deseo—calló por un momento y luego se corrigió—nuestro deseo— miró a Miranda— que encuentren la felicidad con la persona correcta. Muchos aquí saben cómo nos conocimos la Reina y yo, saben nuestra historia y quiero lo mismo para mis hijos— suspiró con una leve sonrisa adornando su rostro melancólico— así que, como ustedes de testigos—continuó el rey— Si cualquiera de mis hijos encuentra el amor, tendrá mi bendición. Sea de sangre noble o no, la tendrá.

Una ola de exclamaciones horrorizadas se extendió por gran parte del salón, sin duda eran nobles que estaban del todo inconformes. Después de un momento se escucharon algunos aplausos, sin duda eran conscientes del gran corazón que poseía el Rey Roland y él lo demostraba con este tipo de acciones.

Perder el linaje no era poca cosa, se repitieron los invitados.

Amber estaba todo menos contenta con el reciente anuncio. Lo último que le habría pasado por la cabeza era casarse con un plebeyo, eso iba en contra de todos sus principios reales. Sin duda amaba a su hermana, que era de origen plebeyo pero otra cosa era casarse con alguien así, no podría con su complejo de inferioridad ni con sus constantes parloteos sobre la siembra y el campo, por supuesto que no. Cuando ella pensaba en el matrimonio, se imaginaba a sí misma en una ostentosa boda con un apuesto rey o príncipe, no con un campesino.

Por su parte, James solo pasó por alto el anuncio, no le afectaba en lo absoluto. No había pensado en el matrimonio hasta ese momento, pero no le resultaba impensable casarse con alguna plebeya. Sin embargo, un sentimiento le carcomía el pensamiento desde hace ya unas horas.

Sofía solo tenía en la mente a una persona cuando pensaba en la idea del matrimonio y sin dudas Hugo era todo menos un plebeyo. Meditó un poco la situación, tal vez su madre era la de la idea de que se casara con un plebeyo, después de todo ella era una, tal vez —se repitió— tal vez no creyeran que era digna para casarse con un noble.

Del otro lado del salón, Hugo se repetía una y otra vez las palabras del rey "Si cualquiera de mis hijos encuentra el amor, tendrá mi bendición. Sea de sangre noble o no, la tendrá". Maravilloso—pensó—ahora no solo tendría de competencia a los nobles, si no que, se le anexaban los posibles pretendientes plebeyos. Debía apresurarse en ganar el corazón de Sofía.

El baile continuó sin más interrupciones ni anuncios, pronto se llegaron las altas horas de la noche y la gente se empezó a marchar, incluido él.

Se despidió de los anfitriones y por supuesto de Sofía, subió a su carruaje que estaba esperándolo en la entrada del palacio, hizo la seña al cochero para que arrancase el vuelo de vuelta a su tierra y volteó a la ventanilla para ver perderse el castillo que albergaba su más profundo deseo.

DAYLIGHT | 1Onde histórias criam vida. Descubra agora