CAPÍTULO 24

240 27 14
                                    

Encantia

Sofía

Estresada es una gran palabra, pero no es solo así como me siento, si no que, también estoy abrumada y al mismo tiempo, extasiada.

La emoción y la dicha son magnánimas, pero la presión y el alboroto lo son más. Mi hermana no ha ayudado a disipar mi humor, puesto que es la principal causante de mis migrañas. Sin embargo, ¿cómo me vería rechazando su ayuda? Sería una desconsiderada, sin duda.

—¿Crema o huevo?—centro mi atención en los dos trozos de tela que levanta frente a mí. Ambos completamente iguales a mi parecer—Este—señalo al trozo de la izquierda; Amber alza ambas cejas.

—Puedes pensarlo una vez más—me alienta.

Decido darle la razón una vez más, puesto que no noto ninguna diferencia entre los dos colores.

—Bien—concedo—este—señalo el de la derecha.

Asiente con una sonrisa y le pasa la tela a un sirviente para que la anexe al gran libro de planificación que ha armado en los últimos días.

—Ahora veremos las flores—dice mostrándome una pequeña lista de las cosas que restan por hacer.

—¿Podemos seguir mañana? Estoy exhausta y—antes de continuar con mi excusa, mi hermana me interrumpe.

—Sofía, esta boda debe ser perfecta, no podemos perder todo un día de planificación—me riñe.

—Puedo pedirle a Hugo más tiempo para planear todo con más calma—propongo. No recibo más que un mal gesto y con eso me basta para avanzar fuera de la habitación.

Consigo escuchar los delicados pasos de mi hermana detrás mío.

—Tienes que aprender el ritmo—dice con severidad a mi espalda—¿qué será de ti cuando seas reina y tengas que planear asuntos igual de importantes que este?

Me detengo en seco y giro hacia ella.

—Amber, aún no estamos casados y ya estás imaginando mil y un escenarios desastrosos—camino hasta llegar a donde se ha plantado, y le sonrió para que sepa que no estoy del todo molesta—Puedes elegir cosas por mí, estoy segura que conoces mis preferencias y mejor aún, le harás algunas mejoras.

—¿Carta libre?—cuestiona con ilusión.

—Sí—ruedo los ojos—pero que las flores sean moradas y blancas.

—Bien, puedo tolerarlo—antes de protestar me deja en el pasillo. Suspiro resignada y me encamino nuevamente a mi habitación.

Cierro ambas puertas y me recuesto en mi cama apenas verla. Cierro los ojos y por un momento me siento en paz. Sin pendientes sobre la boda, sin Amber reprochando mis elecciones y sin los problemas con mi hermano. Simplemente yo, yo y mi tranquilidad.

.

.

.

.

.

.

.

Albuquerque, Hugo

—Muchas felicidades por su reciente compromiso, majestad. Escuche que la princesa es muy virtuosa—uno de los ministros está frente a mí con la cara más hipócrita que he visto, incluso más que la de mi futura cuñada.

—Gracias—contesto cordial.

Él sonríe y hace un reverencia para salir por fin de mi presencia.

—¿Acaso ninguno sabe fingir mejor?—interrogo a Frac, quien está acomodado en una silla a mi lado.

DAYLIGHT | 1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora