CAPÍTULO 29

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La celebración volvió a su apogeo después de la disputa silenciosa entre Hugo y Colin. En realidad pareció nunca haber ocurrido, aún así Sofía se rezagó en la mesa del centro el resto de la velada, presente a simple vista pero desconectada en sus pensamientos, solo Hugo la sacaba del transe por pocos instantes.

Su cabeza era una maraña de contradictorias suposiciones.

Tal vez podría decir que la gente la juzgaba por Colin, pero la verdad era que la juzgaron mucho antes de eso. Cuando apenas era una niña la juzgaron por el matrimonio de su madre, cuando era adolescente la juzgaron por su comportamiento poco refinado a comparación con el de sus compañeros y en el colegio, bueno, bien era cierto que ahí no fue muy comentada. Pero claro, como olvidar el hecho de que la juzgaron cuando se comprometió con Hugo.

La destrozaron entre las habladurías, sus argumentos aunque algo arcaicos, eran ciertos. Siempre se consideró digna de ser amada, aunque nunca imaginó ser amada por un Rey.

Consecuencias, decisiones y consecuencias.

Pasaron al menos dos horas antes de que el salón se vaciara por completo, con excepción claro, de la familia. Para ese punto había dejado de lado sus tormentos y estaba mucho más dispuesta y tranquila. Lista para acatar los protocolos y porqué no, intentar concretar su matrimonio. Después de todo, no podía ser juzgada aún más.

—Sofía—la voz de su ahora esposo le interrumpió el pensamiento, otra vez—me debo retirar, te alcanzaré más tarde en la alcoba.

Lo vio tomarle las manos y depositar un beso en ellas. Su rostro se relajó y asintió para hacerle saber que lo esperaría.

Su hermana y su madre se acercaron en cuanto el rey dejó la estancia acompañado de los varones.

—Debemos prepararte, querida—dijo Miranda, quien parecía muy más entusiasmada que su hermana, pues la susodicha estaba ahí meramente por compromiso y no por deseo. Este asunto le incomodaba demasiado, verse en esa situación le revolvía el estómago.

Se encaminaron junto a un grupo de doncellas hacia las habitaciones principales y mientras caminaba pensó en cómo sería. La historias y la plática poco informativa de su madre no ayudaron a visualizar el acto, mucho menos a establecer estándares sobre cómo sería la experiencia misma. Recordó que era breve y poco placentero, así que al menos acabaría rápido.

Entraron a la que seria su recámara desde ese día. Grande y espaciosa, el mobiliario era de la más exquisita madera y los tapices, eran sin duda un reflejo de la opulencia del reino.

Sintió un jaloneo que la hizo retroceder dos pasos, era su madre, le había aflojado el vestido sin siquiera darse cuenta. Le facilitó la tarea maniobrando al par para por fin deshacerse del pesado vestido. Pronto comenzaron con el corsé, después las medias y por último la ropa interior.

Quedó desnuda por un momento.

Ya había estado desnuda delante de su madre, por supuesto, pero no desde hacia mucho tiempo. Amber giró el rostro para darle privacidad. Es la única con modales, pensó al ver a las demás bien centradas en estudiarle el cuerpo.

Cuando por fin el camisón limpio se deslizó por su piel volvió a respirar con tranquilidad.

Con eso vino la despedida, el ritual de preparación había terminado, su madre le dio un abrazo y le dio dos besos en las mejillas. Cuando salió deseándole buena suerte, Amber se acercó.

—Recuerda que si no quieres hacerlo puedes decirlo—aquello pretendía ser un consuelo, pero el tono que usó iba mucho más allá.—vendré a cortarle lo que sea que tenga entre las piernas si te hace daño.

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