CAPÍTULO 27

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La capilla de la capital no podía albergar un alma más, todos los asientos asignados habían sido tomados y los dispuestos para el pueblo se habían ocupado desde muy temprano. El pueblo entero se regocijaba en la dicha. Hoy por fin tendrían una nueva reina.

La princesa Sofía, junto a su hermana y la reina Miranda, se encontraba en un saloncito de la misma iglesia en espera de que un lacayo les indicara el momento de salir.

—No estés nerviosa, querida—aquel comentario de su madre no le sirvió en lo absoluto, ¿cómo podía no estar nerviosa? Hoy era su boda y apenas podía recordar dos palabras de sus votos.

—¿Quieres que repasemos tus votos?—preguntó su hermana, pero ella negó rápidamente.

—Solo espero recordarlos o ser creativa al menos.

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—Todos parecen muy contentos, excepto tu cuñado—el comentario de su hermano lo hizo centrarse en James, quien estaba a lado de su esposa—Parece que no le cayó muy bien la noticia de que su hermanita se casara contigo. No lo culpo, debe ser algo doloroso de ver, por suerte no tenemos hermanas.

Hugo sonrió con suficiencia.

Se sentía extasiado, no solo por la idea de casarse con Sofía, sino por el triunfo implicado ante su cuñado. Estaba mal pensar así, pero su lado narcisista y ególatra le ganaba por ocasiones.

—La princesa llegará en unos minutos, majestad—avisó George, quien se había hecho cargo de la recepción junto al mayordomo de Encantia.

Asintió sonriente y se acomodó el traje por undécima vez.

—Para, hombre, que lo vas a estropear—se quejó su hermano, apartándole las manos lejos del corbatín que le adornaba el cuello.

—Se ve bien, ¿verdad?—preguntó nervioso.

—¿Acaso importa?—contraatacó Axel—te olvidarás de tu traje en cuanto la veas a ella.

Justo al terminar aquella frase los músicos comenzaron la marcha nupcial y supo que ya era hora. Los invitados se pusieron de pie para admirar a la novia, quien acompañada de su padre recorrería el pasillo hasta el altar.

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Sofía

—¿Estás lista, querida?—no, quiero responder, pero parece más una pregunta que se tiene que hacer, pues papá me toma del brazo y me encamina al pasillo.

Las puertas que nos separan del resto son abiertas de par en par y tomo aire para no desmayarme. Caminamos con la música más exquisita de fondo. Hugo luce tan apuesto que me es imposible dejar de mirarle, su traje lo hace ver tan guapo y su sonrisa, es todo lo que veo al caminar hacia él.

Axel le susurra algo al oído y se ruboriza como un niño. Observó a mamá derramar un par de lágrimas y a Amber pasarle un pañuelo, mientras usa el suyo. James asiente en mi dirección y es todo lo que necesito para caminar con más seguridad. Cuando estamos frente a Hugo, mi padre toma mi mano y la suya, y las une antes de recitar unas palabras.

—Protégela, ámala y hazla muy feliz—se vuelve hacia mí y deposita un beso en mi sien.

—Con mi vida—promete Hugo.

DAYLIGHT | 1Where stories live. Discover now