CAPÍTULO 30

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Cuando el rey recitó aquellas palabras la princesa enmudeció, tal vez fue el tono en el que lo dijo o fue la sensación que aún vagaba en sus entrañas.

—¿Quieres que continúe?—por supuesto que sí quería que aquello continuase, su decoro había desaparecido desde que gritó palabras sin sentido en su oído.

Es más, desapareció desde que le había permitido tocarla de esa manera. Así que asintió.

Fue suficiente para Hugo, había esperado ese momento la mayor parte de su vida, o al menos desde la primera vez que experimentó el placer. Con miedo a un arrepentimiento por parte de su esposa, la tomó entre sus brazos y la llevó a la cama.

La recostó de espalda, aún con el camisón a medio quitar, lo que le permitía tener una vista digna de retratar. Sofía trató de esconder sus senos, si bien habían entrado en un terreno mucho más intimo no podía dejar de sentir vergüenza.

—Iremos lentamente, no quiero mentirte, mi amor. Esto te dolerá—sí, por supuesto que le dolería, eso era lo único en lo que su madre no le había mentido, ni sus amigas. El vago recuerdo pasó por su mente antes de contestar.

—Pobre Dothy, tendrás que soportar a tu anciano marido—dijo Lady Mariel, hija de uno de los lords más acaudalados de los que tenía idea. Eso al parecer, le daba el derecho de expresarse tan abruptamente.

—¿Podrías no ser tan cruel? Ya está sufriendo demasiado—refunfuñó una chica, amiga de lady Dorothea. La abrazaba para darle conforte pero le parecía que no podían hacer algo más por ella, que no fuera asesinar a su prometido.

—Tiene que aceptar su realidad y no hay mejor manera que ilustrando en su mente lo que sucederá—su tono malicioso hizo que Sofía se levantara de su asiento. Sin embargo, eso no pareció importarle menos a Lady Mariel, quien siguió determinada a seguir.

—Querida Dothy, te lo diré—la mencionada entonó sus ojos, pasó sus manos por su rostro y quitó las múltiples lagrimas que asomaban en sus mejillas.

—No creo que debas importunarla—intervino la princesa por fin,

—No te metas en esto, Sofía. Que por lo visto terminarás igual que ella, casada con sabrá Dios qué anciano—su burla hizo que sus secuaces la siguieran. Pero no le hizo mayor gracia a Amber, la observaron dirigir una mirada audaz hacia Lady Mariel, quien esta vez sí que titubeó.

—¿Puedes hablar con tal ligereza, Mariel? —comenzó impoluta— Te atreves a importunar a mi hermana cuando todas aquí sabemos que ni siquiera con todo y las bodegas repletas de tu familia conseguirás un título.

—Podré no tener el título pero-

—Ni la clase, querida, ni la clase—interrumpió Amber.

—Como sea—intervino Lady Dorothea—no importa, yo quiero saber. Me niego a llegar tan ignorante a mi unión.

—Te lo diré, entonces—sonrió complacida Lady Mariel—no importa si tu marido es viejo o joven, al final tendrá que entrar en ti. Es así como tendrás bebés; aunque claro que deberías estar preparada. Según mi doncella, el acto duele en demasía.

Después de eso lady Dorothea vomitó, seguramente se había imaginado el acto con un hombre mayor y eso le desagradó a tal grado que devolvió su almuerzo. Arrugó el rostro al recordar también el hedor.

—¿Pasa algo?, ¿Te asusté?—preguntó con preocupación el rey. Se apartó para darle su espacio.

—No, no—se apresuró a negar—es que recordé lo que me dijeron en el colegio mis compañeras.

—¿Enseñan estos temas?—otra vez usó ese tono preocupado. Su rostro le pareció gracioso, tenia las mejillas coloradas y su gesto de asombro, con los ojos desorbitados y los labios entre abiertos.

—No, no, es que—se enderezó, pues pensó que relatar aquello no ameritaba que estuviera recostada medio desnuda. Se cubrió con su camisón y ladeó la cabeza—Fue hace algunos años, Lady Dorothea, una amiga, había recibo la noticia de que la habían comprometido con un hombre mucho mayor que ella. Estaba desconsolada, así que las chicas de más edad le hablaron sobre el acto marital.

DAYLIGHT | 1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora