Prólogo

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Lo último que alcancé a ver antes de caer al suelo fue a Ace a punto de ser decapitado...

Cuando tenía cinco años, fui a despedirme de mi padre a la puerta con una sonrisa, él me sonrío y me acarició la cabeza con gentileza mientras decía —Volveré pronto, Safiye, sé una buena niña mientras regreso—Yo asentí con la cabeza y le dije —¡Adiós papi! ¡Que tengas un buen día! ¡Regresa pronto a casa!—Él me sonrío de nuevo, dio media vuelta y cerró la puerta detrás de él.

Ésa fue la última vez que vi a mi padre con vida... y la última vez que alguien me llamó por mi primer nombre: Safiye.

Mir orígenes son mixtos, mi padre era un ghoul originario de Turquía, que dejó atrás a todos sus seres queridos en su país natal y renunció a su religión con tal de estar con mi madre, quien, a pesar de no ser su alma gemela, su destinada o como quieran llamarle, era el amor de su vida.

Mi madre era una ghoul japonesa, originaria del distrito 13 de Tokio, que conoció y se enamoró de mi padre a primera vista en Estambul, durante un viaje de investigación de arte y arqutectura antigua que hizo para su universidad, recuerdo que era una ghoul muy hermosa...

Recuerdo que mi padre tenía el cabello azul cielo y sus ojos eran del mismo color de su cabello, tenía la piel algo bronceada, pero clara, era apuesto hasta donde recuerdo, su nombre era Mehmed, pero nunca supe su apellido, sólo supe que su madre, mi abuela, se llamaba Fatma. Mi madre se llamaba Umi, ella tenía el cabello blanco y los ojos rojos como la sangre, una apariencia peculiar incluso entre los ghouls, era hermosa, la recuerdo muy bien, a diferencia de a papá.

Yo heredé un poco de ambos en mi apariencia, padecía de heterocromía, un ojo de cada color, el izquierdo era de color rojo, como los de mi madre, y el derecho era azul cielo, como los de mi padre. Mi cabello era de un color celeste, casi blanco, mi cuerpo era esbelto, mi apariencia no era calavérica, pero sí era bastante delgada y mi piel era clara, como la de mi madre.

Mis padres no eran destinados, pero no les importaba no conocer a sus destinados, ellos siempre me decían —Nos tenemos a nosotros, y te tenemos a ti, con eso basta y sobra para nuestra felicidad—.

Después de la muerte de mi padre, mamá y yo nos mudamos al distrito 13 a la casa donde ella había crecido, y fue el lugar donde pasé el tiempo restante de mi infancia y una muy pequeña parte de la adolescencia. 

Fue poco después de que cumplí los ocho años que perdí a la única familia que me quedaba a manos de una Paloma, cuya identidad desconocía y desconozco aún hasta el día de hoy.

Ése día regresaba de la escuela y el olor a sangre llegó a mi nariz mientras más me acercaba a casa...

Mi olfato era mucho más fino que el de otros ghouls, y mi vista era mejor también, porque podía llegar a ver órganos internos en algunas ocasiones, además, algo más que me caracterizaba de los demás ghouls era que yo... no comía humanos. 

El olor de la sangre me resultaba nefasto, un aroma amargo, pútrido y metálico que en lugar de darme hambre me daba nauseas, y la única vez en la que saboreé la sangre humana fue porque una compañera salpicó algo de su sangre en mi boca por una herida que se hizo y la asustó, la sangre me supo repugnante. 

Lo único que "comía" era café, literalmente, sabía que eso no saciaría en lo absoluto el hambre, pero no podía comer nada más, ni comida humana ni humanos, así que mi complexión era muy delgada por eso, aunque no era lo suficientemente delgada como para parecer un cadáver andante.

Entré en la casa tratando de no hacer ningún ruido y vi el cuerpo de mamá tirado en el suelo de la sala, estaba sangrando por el cuello, tenía la cabeza rebanada y alguien más alto que ella con un traje blanco y un maletín en su mano estaba parado a su lado sin moverse, sólo mirándola...

El fénix y la rosaOpowieści tętniące życiem. Odkryj je teraz