Tranquilidad

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Durante los siguientes días de viaje, Ace y yo no volvimos a repetir los "sucesos" de aquella isla, y no porque no quisiéramos, sino porque estábamos demasiado avergonzados con Irimi por lo que tuvo que presenciar, ella no debía ver semejante espectáculo.

Irimi y yo estábamos preparando la comida, la servimos y nos sentamos tranquilamente a espera de que apareciera Ace. Cuando llegó, entre nosotros tres se formó una amena charla de cualquier cosa sobre piratas, la vida en el mar y demás. 

Irimi parecía encantada al escuchar nuestras historias, y al escuchar sobre el linaje de Ace se sorprendió aún más, pero admiraba a Ace por su valentía en tomar un barco, un poco de comida y ropa y salir al mar con sólo diecisiete años, siendo perseguido por ser el hijo de Gold Roger, el Rey de los Piratas.

Estuvimos platicando en la mesa hasta que Irimi se levantó a preparar un poco de café.

Aquel delicioso aroma llenó mis fosas nasales en sólo un par de segundos, y una sonrisa nostálgica inundó mi cara por la familiaridad del olor —Ése aroma... huele igual al que hacía el jefe—Dije e Irimi detuvo la tetera de agua caliente por un momento, sonrió y dijo —¿En serio?—Y luego siguió en lo que hacía.

Y entonces nos quedamos un momento en un silencio bastante cómodo y relajante, para cuando ambas nos dimos cuenta, Ace ya estaba dormido sobre su plato que aún tenía comida, en su mano sujetaba un onigiri en alto, estaba a punto de dar un bocado parece.

Suspiré y puse los ojos en blanco, divertida por la situación, Irimi sacó dos tazas de la bolsa de compras y sirvió aquel líquido en esas dos tazas de porcelana, me pasó una y se sentó frente a mí sujetando la otra.

Soplamos un poco el café y bebimos —Qué sabor tan nostálgico...—Dijo Irimi, que empezó a derramar un par de lágrimas después del primer trago —Sí...—Dije, sonriendo y sujetando la taza de porcelana entre mis manos.

Ambas sonreímos y recordamos los viejos tiempos en el Anteiku: cuando Kaneki llegó, cómo era Touka con él cerca, a Yomo, incluso Nishio y Roma... aunque no lo mencioné en la charla lo recordaba: Roma olía a sangre, mucha sangre, vieja y nueva, era difícil para mí estar cerca de ella sin que mi nariz muriera en el intento.

Seguimos platicando de eso durante un rato hasta que Ace mostró señales de vida de nuevo alzando la cabeza de su plato —Oh, me quedé dormido de nuevo—Dijo aún adormilado, yo suspiré y me acerqué a él para limpiarle la cara —¿Quieres un poco de café?—Le preguntó Irimi —No... bueno, sólo un poco—Dijo él.

Irimi le sirvió café en otra taza de porcelana y se la entregó —¿Y... de qué hablaban?—Preguntó Ace, bebiendo directamente del líquido negro aún humeante —Pues... de cosas—Dije alzándome de hombros y restándole importancia.

Ace bebió otro trago del café —Wow... éste café sabe muy bien—Dijo Ace mirando con sorpresa la taza de café, como si hubiera encontrado la octava maravilla del mundo en aquel líquido negro y espumoso.

Irimi sonrió y le dijo —Muchas gracias—Se levantó de su asiento y empezó a limpiar con un trapo limpio su taza.

Ace bebió nuevamente del café y yo miré con extrañeza la escena, porque nunca pensé que Ace fuera capaz de beber café porque, bueno, Ace me había dicho en alguna ocasión que no le gustaban las cosas amargas.

Ni siquiera pregunté por qué decidió beber el café que Irimi le ofreció, simplemente bebí mí café también y miré la escena... 

Esto también trajo recuerdos pasados de una chica de cabello negro y largo detrás de la barra limpiando vasos de vidrio con un trapo, un hombre con lentes y usando sudadera y medio dormido sobre la barra con una taza de café al lado, un hombre mayor sonriendo amablemente a los clientes que llegaban, una chica con cabello corto y flequillo discutiendo con un chico de cabello negro con un parche en el ojo que simplemente agachaba la cabeza avergonzado.

Ace me miró preocupado —¿¡Por qué estás llorando!?—Preguntó preocupado de repente, acercándose a mí cara.

Entonces toqué mi mejilla con una mano y sentí el líquido que las humedecía, me sorprendí y luego de superar el sentimiento, sacudí mi cabeza y sonreí —No es nada... sólo recuerdos—Dije sonriente.

Ace se calmó un poco y me pasó un pañuelo para limpiar mis lágrimas, lo acepté y limpié mi rostro —Lamento preocuparte—Dije avergonzada, me sentí como Kaneki en ese momento.

Ace se sentó en posición de loto en su silla y recargó su barbilla en su mano un poco molesto, no sé por qué —No importa... al menos estás bien—Dijo un poco sonrojado de las mejillas, yo sonreí y me serví un poco más de café con un cubito de azúcar para endulzar un poco, no solía tomarlo con azúcar, pero por esta vez estaba bien.

El sabor me resultaba un poco extraño, pero no dejaba de ser sabroso, al menos para mí.

Irimi sirvió un poco de aquel pay de manzana que habíamos hecho antes, y volvió a sentarse con nosotros, conversando ahora sobre Tokio y contando viejas anécdotas en el Anteiku.

Ace preguntó por cosas del pasado de Irimi y ella le contó a Ace cómo fue su vida como "El perro negro" y liderando la banda de los doberman, cómo conoció al Jefe y a Koma, de sus años trabajando en el Anteiku con los chicos, cuando llegué al café, la llegada de Kaneki y finalmente de su muerte.

Ace estaba sorprendido, de eso no había dudas, pero no sabía qué preguntar al respecto salvo por —¿Y cómo fue que terminaste aquí?—Preguntó sorprendido.

Irimi se alzó de hombros y se recargó sobre el respaldo de la silla suspirando —Lo último que recuerdo es desear haber podido decirle algo a alguien, y para cuando me di cuenta de que estaba muerta ya estaba cayendo en medio del desierto, he estado en Arabasta desde entonces, llegué antes de la sequía de tres años—Respondió ella.

Debía admitir que aunque era la segunda vez que escuchaba su historia, seguía sintiendo su dolor y soledad, repito: debió ser duro para ella estar sola durante tantos años, ser el único ghoul en todo el mundo debió ser doloroso.

Saqué esos pensamientos de mi cabeza y seguimos conversando de otros temas no tan extraños ni tristes, hablando de acontecimientos graciosos en Tokio o en el Moby Dick.

El fénix y la rosaWhere stories live. Discover now