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Decidido salir un poco antes al cementerio familiar e ir observando las tumbas de la respetada familia MacRury, cada una con una historia tras de si, siempre que iba a dejar flores a su cuñada y de paso a su difunto esposo, veía las tumbas algunas...

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Decidido salir un poco antes al cementerio familiar e ir observando las tumbas de la respetada familia MacRury, cada una con una historia tras de si, siempre que iba a dejar flores a su cuñada y de paso a su difunto esposo, veía las tumbas algunas ya olvidadas por el paso del tiempo, cuando Dios decidiese llamarla a su lado, su tumba estaría igual solitaria, sin una flor que demostraría que alguien la recordaba, tenía más que claro que acabaría sola; que su existencia pasaría desapercibida para el resto de las personas que la rodeaban, continuo caminando lentamente no tenía prisa, porque nadie la esperaba, no tenía familia quien visitar, sus padres no contaban ellos la regalaron para deshacerse la hija no deseaba, en el momento que nació el ansiado varón, una solitaria lagrima corrió por su mejilla, la cual se secó por el fuerte frio que había en ese momento agitando su gruesa capa y las enaguas de su vestido de luto, levanto la vista al cielo y vio que el cielo estaba a cada instante más negro – quizás pronto llueva – soltó un suspiro, su cuñado le dijo que le esperase para ir junto, pero no quería molestarlo, muchas veces sentía que era una molestia en la vida de Armand, él era uno de los solteros codiciados por las comadronas; una pequeña sonrisa se dibujó en su rostro, al recordar las veces que llegaba renegando de aquellas arpías como el las llamaba, que lo veían como un maldito trofeo, no pudo ni pensar o repetir en las palabras que decía acerca de las debutantes, realmente les huía como a la peste, solo deseaba que en su camino estuviese una buena mujer que lo hiciera feliz - ¿Cómo hubiese sido mi destino si mi esposo hubiese sido...? – movió la cabeza de un lado a otro, tratando de despejar aquella pregunta de su mente, muchas veces lo pensó, pero porque pensar en algo que jamás paso ni pasaría, en su destino no estaba aquel hombre, jamás lo estaría, soñar con eso la atormento en su vida de casada y aun hoy lo hace, porque después de todo como cualquier persona soñó con la felicidad la añora; aunque sabe perfectamente que jamás la obtendrá, la felicidad para ella es como un sueño lejano dentro de la eterna pesadilla que es su existencia.

Se detuvo frente a las tumbas de su cuñada y esposo, removió las hojas pegadas a las lapidas producto del viento y la lluvia de anoche – hola Celesthe – medio sonrió – aún me duele tu partida ¿lo sabes? – respiro hondo para controlar las lágrimas que se acumulaban en su garganta – la culpa aun la tengo, no me bastara la vida para vivir con ella -bajo la cabeza y se quedo en silencio unos segundos – perdóname por favor – deposito las flores y se volvía hacia la tumba de quien fue su esposo o mejor dicho un monstruo infernal que ingreso a su vida para torturarla por existir o por recibir la amabilidad de aquellos que él creía de su propiedad – te tenía tanto miedo Albert ... aun te temo porque a pesar que llevas años descansado en campo santo, aun me atormentas, aun me torturas, me destruiste, destruiste a tu familia y a ti mismo por los enormes secretos que escondías – se arrodillo y deposito las flores que le trajo a él en silencio, no había ni un solo buen recuerdo de él en su mente porque ni el día de su muerte, tuvo paz, ese día murió su monstruo, pero nació su verdugo porque aquel que un día creyó que la apreciaba aunque fuese un poco le deseaba lo peor y si se lo merecía por albergar sentimientos en el fondo de su corazón que jamás debieron nacer – descansa en paz Albert – estaba tan ensimismada en sus recuerdos que no escucho que alguien se acerba a ella por detrás y veía como se limpiaba unas lágrimas que se le escaparon al recordar su pasado, su dolor, sus culpas.

El Infierno de un ÁngelWhere stories live. Discover now