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Miro la carta que le envió Leonore y la releyó, su primera reacción había sido levantarse, pedir a gritos un carruaje e ir por su esposa a la casa del Duque de Blackgood y traerla a su casa, a la casa donde le correspondía estar, donde debía estar...

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Miro la carta que le envió Leonore y la releyó, su primera reacción había sido levantarse, pedir a gritos un carruaje e ir por su esposa a la casa del Duque de Blackgood y traerla a su casa, a la casa donde le correspondía estar, donde debía estar, pero se dio cuenta que no seria correcto ingresar a la residencia de su par dando de gritos, llamando a Leonore y arrastrarle con el delante de todos los presentes, sin importarle nada de nada, tan solo sacar a su mujer de ahí y ordenarle que cene con él como debe ser, después de todo así correspondía – pero la realidad es que no tengo ese derecho- miro la carta

Su excelencia.

Le comunico que cenare en residencia de la duquesa de Blackgood, que tenga buena noche

Lady Leonore.

Sabia que había enviado esa carta para guardar las apariencias ante los criados de ambas residencias, dejo la carta sobre su escritorio - ¿Qué debo hacer? – cerro los ojos y dejo caer su cabeza contra el respaldo de su sillón, ir corriendo y sacarla de la casa de Blackgood y obligarla a cenar con él para comenzar a convivir; se froto fuerte el rostro lleno de frustración, aquella idea se escuchaba terrible y seria aun más terrible que la ejecutara, si ya camina sobre una fina capa de hielo en un mar de estupideces y maltratos que cometió contra Leonore, no podía agregar nada más a su larga lista porque aquella fina capa de hielo se quebraría en mil pedazos bajos sus pies, dejándolo caer en aquel mar tormentoso y acabaría ahogándose en su propia miseria.

- Ya no puedo cometer más erros, no lo tengo permitido – golpeo con frustración el brazo del sillón , mil sentimientos inundaban su pecho, malestar, vergüenza, dolor pero por sobre todo rabia, mucha rabia; rabia contra el mismo por ser el ciego e imbécil mas grande de todo Londres, rabia contra los hermanos Duff que lo engañaron de todas las formas, primero Alberth con su sinfín de mentiras contra Leonore, con las manipulaciones que hizo para aparentar ser la pobre victima de una mala esposa, la cual tan solo fue siempre la victima, la mas dañada en toda esta pantomima y todo aquello por unos oscuros y asquerosos sentimientos que jamás debieron existir, no sospecho de ellos, jamás los vio, ni los percibió conocía de aquellos tipos de hombres, pero no vislumbro que tenia a su lado a uno; acumulando repulsivos sentimientos a su persona y lo asqueaban porque él era su amigo, un hermano y nunca dudo de su palabra aunque estúpidamente siempre la verdad estuvo en sus narices y no lo quiso ver por aquel estúpido sentimiento de justicia que tomo como bandera de lucha – ¿y tu?- miro uno de los retratos que tenia de Celesthe sobre el escritorio de su despacho, los miro con detenimiento y la rabia exploto en él– tu fuiste la peor, tú jugaste con todos, nos utilizaste a todos para tu maldita conveniencia – bebió un sorbo de coñac – estaba tan cegado por el dolor de perderte, de que la muerte te apartara de mi, estaba tan ciego por tu amor que no vi más allá de tu belleza, de aquello que decidiste mostrarme, creía en tu palabra como si fuese ley, te llore tanto y jamás mereciste nada, en tu maldito diario me pides que cuide a Leonore, pero no fuiste capaz de abrir tu boca antes, no pensaste en ella porque al fin y al cabo la necesitabas para que tu malnacido hermano no se fuese encontra tuya, no realmente no te importaba Leonore porque si podías decirme nada a mi, debiste decirle a Armand que la ayudara ¿Qué hiciste? Nada en absoluto tan solo mirar y esperar que... que yo la salvara o que ella no muriese en el maldito proceso – cerro los ojos inspiro fuerte , de un fuerte manotazo tiro todos los retratos al piso, causando un fuerte estruendo que se escucho incluso fuera de su despacho.

El Infierno de un ÁngelWhere stories live. Discover now