𝗖𝗔𝗣. 𝗦𝗜𝗘𝗧𝗘

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Loren Philips



Me seguía preguntando qué hacía David en ese lugar. No era algo normal y, lamentablemente, lo tenía que reportar con la jefa de internos para que no volviera a suceder.

Estaba a punto de salir; mi turno había terminado. Solo tenía que subir mis datos a la web del hospital. Bebí mi última botella de agua con desesperación, ya que dentro del cubículo el calor era insoportable: no había ventanas y el ventilador no funcionaba.

—Hasta mañana, doctora Loren —se despidió la asistente que estaba en mi turno.

—Hasta mañana, Karen —respondí.

Unos minutos después, salí en busca de la jefa, pero ya no estaba. Supuse que su turno también había terminado y tendría que esperar hasta mañana.

Caminé por los pasillos del primer edificio y, aunque tenía poca condición física, lo hice en poco tiempo. Antes de salir, revisé cuánto tiempo tardaría en llegar un taxi y vi que se encontraba cerca del hospital, así que me senté en una banca a unos pocos metros de la calle.

La luz del sol comenzaba a desvanecerse poco a poco entre la oscura noche. En esta época del año, las noches eran frías y con algo de neblina. A este punto, me estaba arrepintiendo de maldecir el calor.

Por suerte, el taxi llegó, pero justo antes de subir, revisé mi teléfono y vi que tenía un nuevo mensaje de Madison que decía:

«Oye, Loren, lo siento, pero llegaré un poco más tarde de lo acordado. Me necesitan en quirófano».

Sentí mi piel erizarse por completo. Aunque sabía que Adrián llegaría tarde, no quería estar sola en la casa.

«No pasa nada, todo será rápido».

El taxista condujo un largo trayecto a una velocidad muy lenta y tranquila, lo que me ayudó mucho para prepararme mentalmente.

Estar cerca de allí me hacía sentir nostálgica y los recuerdos me llevaban a lo que acabó. Definitivamente ya no éramos las mismas personas, pero no podía olvidar días y noches, lágrimas y risas, todo lo que fuimos y ya no seríamos.

Me sentía como un fracaso, repleta de inseguridades que solo me decían que "si fuera más delgada o si la depresión no me mantuviera aislada de todo, nada de esto hubiera pasado".

En ese momento recordé las palabras de la psicóloga: "Nada de eso influyó a que traicionara tu confianza, no te atormentes".

«Si tan solo mi mente entendiera eso…».

Ambos confiábamos fielmente en algo: él en que jamás lo descubriría y yo en que jamás él lo haría.

Me distraje tanto que no me había dado cuenta de que ya nos habíamos detenido frente a la casa.

—Que tenga una linda noche —dijo el taxista cuando bajaba del automóvil para abrirme la puerta.

—Gracias.

Al salir del taxi, me quedé unos segundos observando la casa por fuera. Todo estaba igual, incluso podía ver mis plantas en la terraza, parecía que alguien las cuidaba con esmero.

El taxi ya se había ido, solo me quedaba entrar. Con discreción, volteé a ambos lados para verificar que nadie me miraba y me acerqué a la casa lentamente. Al abrir la contrapuerta con suavidad para evitar hacer ruido, noté que aún guardaba las llaves y que las cerraduras seguían siendo las mismas.

La puerta principal de la casa estaba protegida por una contraseña de seguridad. Adrián había seleccionado meticulosamente todas las instalaciones de la casa: cámaras de vigilancia, cerraduras y demás.

RESPUESTAS SIN SALIDA [NUEVA VERSIÓN]Where stories live. Discover now