𝗖𝗔𝗣. 𝗩𝗘𝗜𝗡𝗧𝗜𝗨𝗡𝗢

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Loren Philips.


Cuatro días después.


Impotencia, era lo único que podía sentir desde que salí de la casa de Adrián. Tenía algo de miedo por lo que pasaría si no aceptaba, tal vez tirarme de la azotea era algo más rentable.

Sacudí la cabeza para quitar ese horrible pensamiento, «No vuelvas a decir eso, la muerte no es una opción».

Casi tres de la tarde, faltaba poco para que llegara la sesión con David. Necesitaba hacerle unas cuantas preguntas, ya que Adrián había mencionado algo sobre él y al no tener gran información sobre su vida, me era complicado confiar en él.

—Doctora Loren, ¿está ocupada?

—No, tranquila. Puedes pasar, Karen.

Ella entró a mi oficina con un sobre blanco en las manos, que al instante me dio curiosidad de saber qué contenía.

—¿Es para mí? —cuestioné y asintió rápidamente.

—Acaba de llegar —respondió y lo dejó sobre la mesa de mi escritorio.

—Gracias.

«¿Qué será?».

Karen se retiró, y tomé el sobre; decía que era de Denver. Solté un suspiro de alivio al leerlo; se trataba del contrato que tenía que firmar y mi nuevo gafete de entrada para las puertas de seguridad, lo que me alegró un poco.

Quería llamar a Maddie y Mar y darles la noticia, pero el distanciamiento que había tenido con ellas era notable. Aunque ambas me preguntaban por mi cambiante actitud, la verdad es que decirles lo que pasó solo las pondría más en riesgo. Por lo que preferí callarme, tragarme mis emociones y constantes ganas de rendirme.

El sentimiento de culpa recorrió mi garganta hasta formarse un nudo; varias lágrimas rodaron por mis mejillas, pero rápidamente me deshice de ellas con mi antebrazo.

«Haré que tu vida sea un infierno, como el que estoy viviendo yo, lo juro…».

Agarré un bolígrafo y antes de firmar, leí algunas de las reglas y condiciones de la empresa, que aunque se tratara de la misma, era muy diferente el plan de trabajo.

Me detuve al leer, «En caso de agresividad en el paciente, será enviado a la habitación de aislamiento», lo que me hizo sentir escalofríos.

En este hospital, había habitación de aislamiento, pero no por conductas agresivas, más bien por desobediencia.

«¿Y si alguien intenta hacerme daño…? Bueno, tengo un esposo con conductas agresivas y complejo de superioridad», me dije a mí misma.

Sin pensarlo más, firmé y guardé el documento, ya que tenía que entregárselo personalmente al director del hospital.

—La pequeña Loren estaría orgullosa de este paso —susurré con una sonrisa.

Camil me había dicho que después de firmar tendría que esperar quince días para poder viajar hacia Denver, así que debía preparar las maletas para irme. El único problema era Adrián.

¿Qué iba a hacer? ¿Cómo tomaría la noticia? ¿Pensaba dejarme encerrada?

Esas preguntas estaban estancadas en mis pensamientos desde hacía cuatro días, ya que una vez más intentaba hacer que retrocediera. Sabía que regresar a esa casa que me vio llorar durante meses solo me haría caer de nuevo.

No estaba dispuesta a estar atada a un matrimonio que solo me hacía sentir pequeña, invisible y sin valor.

Todos y cada uno de los maltratos que había sufrido por Adrián se encontraban impregnados en mi cuerpo, aunque no fueran físicos, la hostilidad de sus palabras ardía en cada parte de mi ser.

RESPUESTAS SIN SALIDA [NUEVA VERSIÓN]Where stories live. Discover now