𝗖𝗔𝗣. 𝗧𝗥𝗘𝗜𝗡𝗧𝗔 𝗬 𝗨𝗡𝗢

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Loren Philips

Mis reflejos mejoraban con cada entrenamiento, los días pasaban con rapidez, justo como lo necesitaba. Después de la discusión, cambié mi forma de actuar con él. Me volví más servicial y cariñosa, aunque me negaba a tener relaciones sexuales con él. No sentía atracción ni deseo; mi mente estaba en David. En eso, Adrián tenía razón, ya estaba a su merced con un solo día de placer, uno que ni siquiera Adrián en nueve años me había dado.

—Doctora Loren, es hora —dijo Charles, mi entrenador personal.

Tenía cinco minutos para descansar entre series. Charles era paciente, no me presionaba a hacer algo con lo que no me sintiera cómoda, como una simulación de pelea, aunque era algo que debía presentar al director del hospital para ingresar.

—Muy bien, ¿qué pasaría si un paciente la jala del cabello? ¿Cómo detendría al atacante? —cuestionó con los brazos cruzados.

—Pues… intentaría torcer su muñeca para que me suelte.

—¿Cree que torciendo su muñeca puede detener a un paciente?

Asentí, algo confundida. De repente, se acercó y me tomó del cabello inesperadamente.

—Es hora de la batalla —dijo firmemente.

Me tiró al suelo. Grité de dolor y traté de zafarme, pero fue inútil.

—¿Ve? Su intento no sirve de nada si en menos de un segundo ya está en el suelo. Esas personas son profesionales, doctora Loren, no sienten remordimiento, matan por placer, y usted será carne fresca —explicó severamente.

Me ayudó a levantarme del suelo. Usar ropa deportiva era incómodo, pero si algo así pasara con mi uniforme sería peor por la poca elasticidad de esas prendas.

—¿Entonces qué haría para derribar al paciente? —pregunté ansiosa.

—Venga, le enseñaré —respondió, su tono volviéndose más didáctico.

Me levanté, sacudiéndome el polvo de las rodillas. Charles me observaba atentamente. Sentí la adrenalina correr por mis venas.

—Lo primero es no entrar en pánico —dijo—. Cuando alguien te agarra del cabello, la tentación es luchar contra el dolor y el miedo. Pero tienes que mantener la calma y actuar rápido.

Me mostró cómo colocar mis manos para aliviar la presión y cómo usar mi cuerpo para contrarrestar la fuerza del atacante.

—En lugar de torcer su muñeca, crea un punto de dolor para que te suelte —dijo—. Usa tu mano libre para golpear puntos sensibles como los ojos, la nariz o la garganta. Aquí, golpea con la base de tu palma.

Practicamos la técnica varias veces. Al principio, me sentía torpe y lenta, pero Charles me animaba a seguir intentándolo.

—Recuerda, no se trata solo de fuerza, sino de precisión y rapidez —me recordó.

Después de varios intentos, comencé a sentirme más segura. Mis movimientos eran más fluidos. Finalmente, Charles asintió con aprobación.

—Mucho mejor. Ahora, vamos a simular una situación real. Te voy a agarrar del cabello y quiero que uses lo que has aprendido para liberarte —anunció.

Respiré hondo y él me agarró del cabello de nuevo, esta vez con más fuerza. Recordé sus instrucciones y, con un movimiento rápido, golpeé su nariz con la base de mi palma. Charles soltó su agarre de inmediato.

—Bien hecho —dijo, frotándose la nariz con una sonrisa—. Ahora sí estás empezando a entender.

Me sentí orgullosa de mi progreso.

RESPUESTAS SIN SALIDA [NUEVA VERSIÓN]Where stories live. Discover now