𝗖𝗔𝗣. 𝗧𝗥𝗘𝗜𝗡𝗧𝗔

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Loren Philips.


UN MES DESPUÉS

Ser la víctima no debía llevar consigo vergüenza, aunque todos en algún momento nos hubiéramos sentido vulnerables ante aquellos que se creían superiores. Ya sea un jefe maltratador en el trabajo, un padre o madre con dificultades para controlar sus emociones, o en mi caso, un esposo manipulador. El sentimiento de inferioridad corrompía los pensamientos, convenciéndonos de que lo merecíamos, pero nunca era así.

—Cielo, ¿podrías venir un momento? —dijo Adrián desde la habitación principal, donde ambos solíamos dormir.

—Estoy terminando de vestir a Kaleb, dame un segundo —respondí, con la mirada clavada en el pequeño rubio.

Él me sonreía, una sonrisa que alcanzaba el alma, como solo un bebé puede hacerlo. Era madre a mis veintiocho años, algo que nunca imaginé que llegaría a ser.

Terminé de acomodar sus calcetines y lo coloqué en mi hombro para sacarle el aire que seguramente tenía, tras haber tomado su segundo biberón del día.

Estaba viviendo mi sueño, con un bebé y un marido amoroso, pero sabía que pronto terminaría todo. Lo peor era que ya me había encariñado con Kaleb.

Faltaba poco para tener las pruebas suficientes para encarcelarlo por corrupción y narcotráfico, aunque no era la razón por la que había aceptado vivir con él. El tiempo se había encargado de reunir los documentos necesarios para acabar con él.

Denver tenía un clima agradable, ideal para pasear con Kaleb y la niñera todos los días, y eso me hacía querer quedarme.

Caminé hacia la habitación con Kaleb en brazos, donde su padre me esperaba con una sonrisa que parecía genuina, pero sabía que era una farsa.

—Giovanna —llamó a la niñera, quien acudió de inmediato—. Llévate al niño a dar un paseo por el parque.

Tomó al pequeño y le entregó dinero para que se comprara un helado. Faltaba poco para que Kaleb cumpliera dos meses y estábamos organizando una pequeña reunión con los socios de Adrián, quienes también tenían bebés.

—¿Por qué no te has teñido el cabello? ¿Necesitabas dinero? —protestó cuando Giovanna salió de la habitación.

—Oh, es que me gustaría…

—Cielo, sabes que no me gusta ese color, ¿entiendes? —interrumpió con su habitual tono manipulador.

—Lo sé, pero es solo cabello, ¿no pasa nada, cierto?

Él negó con la cabeza, derrotado, como si reconociera que sus intentos eran inútiles, aunque esta no era la primera vez que me hacía esa pregunta, algo que no lograba entender. Las raíces rubias delataban la necesidad de volver a teñirlo; años de maltrato a mi cabello por el capricho de Adrián habían llevado a que decidiera tomarme un descanso.

—Ha pasado un mes desde que regresamos y no has querido tener relaciones conmigo, ¿qué te pasa? ¿Aún no te ha terminado la menstruación? —Cambió de tema.

Mi menstruación había terminado hacía una semana y ya no sabía cómo evitar el contacto físico con él. Parecía tener la energía y el libido de un adolescente, quizás aún no había encontrado a alguien más en su empresa con quién acostarse, pero después de estar con David, mis expectativas habían cambiado.

—Disculpa, tesoro, sabes que aún no me siento bien, además necesito esa energía para mis entrenamientos, es mi primera semana y quiero hacerlo bien —le expliqué.

RESPUESTAS SIN SALIDA [NUEVA VERSIÓN]Where stories live. Discover now