𝗖𝗔𝗣. 𝗖𝗔𝗧𝗢𝗥𝗖𝗘

25.9K 1.3K 309
                                    

Loren Philips.

Suspiré molesta y regresé a mi posición anterior. Quise asfixiarlo hasta que se le salieran los ojos, y con ese pensamiento recordé que necesitaba otra sesión con el psicólogo. A este paso yo sería la próxima interna del hospital. Esos idiotas y sus planes absurdos para joderme me volvían loca.

Caminé hacia el mostrador donde se encontraban los expedientes de los internos del área. Las oficinas aquí eran más tranquilas y con seguridad militar, a pesar de tener pacientes más tranquilos, eso no garantizaba la estabilidad. De hecho, no había piso, ya que un hospital psiquiátrico nunca lo es, el caos abunda.

Saludé a la secretaria de turno y le pedí el que me hiciera entrega del expediente de David, intercambiamos un par de palabras más y me dirigí hacia la habitación de mi paciente. Aunque él llevaba un buen tiempo aquí, había detalles de su vida que nadie conocía, ni siquiera yo que era más cercana por la comunicación que teníamos.

Me detuve frente a su puerta, me acomodé el cabello y le di tres suaves golpes a la puerta. Una voz suave me dijo que podía entrar y abrí la puerta con una sonrisa en los labios.

—Buenas tardes, David. ¿Cómo te sientes hoy?

Sus ojos se posaron en los míos y una leve sonrisa marcó los hoyuelos en sus mejillas.

—Mejor de lo que pensaba, ¿y usted?—Se acercó a mí para ayudarme a cargar las cosas que tenía en sus manos—. El rosa le queda perfecto.

Miré mi uniforme y era azul.

—Pero no estoy vestida de rosa —mencioné confundida.

—Hoy no, pero ayer sí —inquirió—. Aunque...

—¿Qué pasa?

—Nada, ¿empezamos?

Asentí.

El área de terapia estaba iluminada por una luz tenue, creando una atmósfera de tranquilidad. Me senté frente a David para sentirnos más cómodos y entrar en confianza; él había sido ingresado en el hospital después de varios episodios de depresión y un intento de suicidio tras la muerte de su madre (la persona que más amaba). Durante los primeros minutos la sesión transcurrió como cualquier otra. Le pregunté sobre su medicación y cómo se había sentido los últimos días. Después me habló un poco de la familia de su padre y de lo mucho que le gustaba ir a su lugar de origen en verano, antes de trasladarse al hospital. Pero justo cuando estaba a punto de cambiar de tema, David se inclinó hacia adelante y preguntó en voz baja:

—¿Cree que hay algo más allá de la muerte?

Sus preguntas siempre surgían de las emociones que sentía y sabía que esperaba una respuesta específica.

—Científicamente puedo decir que no, porque no hay estudios que lo avalen. Pero soy fiel creyente de que… todos tenemos un camino infinito que recorrer, junto con las personas que amamos en la vida terrenal.

Él, algo sorprendido por mi respuesta, asintió lentamente—. Dígame, doctora, si ese camino que dice realmente existiera, ¿con quién te gustaría recorrerlo?

—Me gustaría recorrerlo sola, últimamente la soledad me acompaña en todo y prefiero que siga así.

Entrelazó sus manos y siguió con la mirada perdida.

—¿No se ve con alguien más en el futuro? ¿o le gustaría quedarse sola por un tiempo?

—¿Por qué preguntas eso, David?—Le cuestioné algo inquieta.

Miró hacia abajo durante unos segundos intentando encontrar las palabras adecuadas y, por el temblor de sus piernas bajo la mesa de cristal, pudo deducir que estaba nervioso.

RESPUESTAS SIN SALIDA [NUEVA VERSIÓN]Onde as histórias ganham vida. Descobre agora