𝗖𝗔𝗣. 𝗧𝗥𝗘𝗜𝗡𝗧𝗔 𝗬 𝗗𝗢𝗦

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Loren Philips.


Al despertar, Adrián ya se había ido. Sentí el vacío de su ausencia en la cama, pero también una mezcla de alivio y culpa. Me levanté despacio, todavía adolorida por la intensidad de la noche anterior. Kaleb necesitaba su biberón y yo anhelaba un café fuerte para despejar mi mente.

Con movimientos lentos y mecánicos, fui a la cocina. La casa estaba en silencio, solo interrumpida por los murmullos suaves de Kaleb desde su cuna. Preparé su biberón y luego me hice un café. La calidez de la taza en mis manos era reconfortante, un pequeño ancla en medio del caos emocional que me envolvía.

El peso de Adrián en mi pecho me había dejado agotada, física y emocionalmente. La noche anterior, después de caerse borracho y pedirme perdón entre sollozos, no había tenido la fuerza para rechazarlo. No le dije que no a abrazarlo como antes, y en ese momento, había sentido una mezcla de nostalgia y tristeza.

Mientras sostenía a Kaleb y le daba su biberón, mi mente vagaba por los recuerdos. Las promesas rotas, las mentiras descubiertas, y la amarga realidad de nuestra relación actual. Sabía que no podía seguir así, que algo tenía que cambiar, pero la incertidumbre de cómo hacerlo me paralizaba.

Kaleb me miró con sus ojos grandes y confiados, ajeno a las turbulencias de nuestra vida. Su inocencia era un recordatorio de lo que realmente importaba. Necesitaba ser fuerte por él, tomar decisiones que aseguraran su bienestar y el mío.

Adrián había dejado una nota en la mesa, escrita apresuradamente:

«Lo siento por todo. Necesito tiempo para pensar. Volveré tarde. -A.».

Suspiré, sintiendo un peso menos en mi pecho. Quizás su ausencia me daría el espacio necesario para aclarar mis pensamientos y tomar una decisión sobre nuestro futuro. Por ahora, tenía a Kaleb y eso era lo único que importaba.

—Hoy no tengo entrenamiento, así que daremos un paseo —le dije a Giovanna mientras preparaba el biberón de Kaleb.

—Claro, alistaré su pañalera para que no haya ningún inconveniente —respondió ella, siempre eficiente y atenta.

—Bien. Gracias, Giovanna.

Después de que Kaleb terminara su biberón y yo terminara mi café, me preparé para salir. Necesitaba aire fresco y un cambio de escenario, algo que me ayudara a despejar la mente de los eventos de la noche anterior. Vestí a Kaleb con su ropa más cómoda y práctica, mientras Giovanna terminaba de alistar la pañalera con todo lo necesario.

—¿Lista? —pregunté.

—Sí, aquí tienes todo —dijo ella, entregándome la pañalera.

Salí de la casa con Kaleb en el cochecito, disfrutando del aire matutino. El sol comenzaba a calentar, y el canto de los pájaros creaba una atmósfera pacífica. Caminamos por las calles arboladas del vecindario, alejándonos de los recuerdos pesados que la casa guardaba.

Me detuve en un parque cercano, uno de los lugares favoritos de Kaleb. Lo saqué del cochecito y lo sostuve en brazos, observando su carita mientras se maravillaba con el mundo a su alrededor. Sentada en un banco, lo balanceé suavemente, sintiendo una calma que hacía tiempo no experimentaba.

Verlo tranquilo y seguro en mis brazos me daba fuerzas. Sabía que, por él, tenía que encontrar una salida a la situación con Adrián. Mientras Kaleb se acurrucaba contra mí, tomé mi teléfono y llamé a Charles.

—Hola, Charles, soy Loren. ¿Podríamos vernos mañana? Necesito hablar contigo sobre algo importante.

—Claro, Loren. Nos vemos mañana en el gimnasio a la misma hora de siempre —respondió él, con su voz firme y amigable.

RESPUESTAS SIN SALIDA [NUEVA VERSIÓN]Where stories live. Discover now