CAP. CUARENTA

4.2K 376 74
                                    

Loren Philips

Tuvimos que quedarnos unos días más en el hospital, debido a que Alessandro, mi bebé recién nacido, había tenido complicaciones en los pulmones, pero después de muchas revisiones logró estabilizarse. Angelique, por otra parte, era una niña muy sana, aunque era aún más pequeña que su hermano mellizo.

Adrián parecía estar más relajado ahora. Desde que desperté del accidente, todo el tiempo estaba pensativo, incluso nervioso, pero desde que regresamos a casa está alegre y enérgico la mayor parte del tiempo.

Al tener tres bebés en casa, tuvimos que contratar a otra niñera más, ya que yo seguía muy débil e inflamada. Por suerte, Adrián me trataba como una reina y me cuidaba como si la que hubiera nacido fuera yo, mientras que las dos chicas se encargaban de la casa, algo que me hacía sentir mal.

—Ya se durmieron —murmuró Adrián entrando a la habitación con pasos lentos.

Sonreí débilmente por su actitud, pero lo entendía, pues él era quien se despertaba a alimentar a los bebés en la madrugada y estaba agotado.

—La masajista dijo que has avanzado mucho —mencionó mientras se acercaba a la cama.

—No es cierto, me sigo viendo como un globo —me quejé.

—Cielo, aún no pasa ni la cuarentena, no te desanimes.

—¿Cuándo tuve a Kaleb, me inflamé mucho?

Él se quedó quieto por un momento, como si estuviera recordando.

—No, no tanto, pero no hay comparación, linda, pariste a dos hermosos bebés sanos. ¿Sabes qué te hace eso? —preguntó gateando sobre la cama para llegar hacia mí.

—¿Qué me hace?

—Una mujer muy fuerte y maravillosa —murmuró contra mis labios—, me sorprende lo valiente que es mi mujercita.

—¿Mujercita?

—Sí, cielo, ¿te molesta que te diga así?

—No, solo suena raro.

Adrián comenzó a dejar besos por mi cuello hasta que llegó a mis pechos y trató de succionar uno, pero lo detuve.

—No, la necesitan mis hijos —me quejé.

—Oh, cierto, mis niños necesitan su leche, pero, ¿tú necesitas la tuya? —susurró en mi oído.

—¿Qué? ¿Te refieres a lo que estoy pensando? —pregunté y él asintió mientras seguía besando mis pechos.

—¿Aún no te sientes lista?

Solté una risa, aún confundida por sus palabras obscenas.

—¿En qué momento te volviste tan sucio? ¿Es algo que yo diría…?

Sus ojos se posaron en los míos y asintió de nuevo. Sentí mis mejillas sonrojarse de la vergüenza. ¿En serio había cambiado tanto? ¿Ahora era menos tímida?

—¿Entonces quieres que te haga mía? Será como la primera vez.

Sus manos recorrieron mi cuerpo con una familiaridad que me hizo sentir segura. Me dejé llevar por el momento, permitiendo que él me guiara.

—Te amo, Loren —murmuró contra mi piel, haciéndome estremecer.

—Yo también te amo —respondí con sinceridad.

Me desabrochó con cuidado la cinturilla que usaba para que mi cuerpo volviera a tomar su forma habitual y después la ropa interior. Sus besos bajaron hasta llegar a mi zona íntima y, al sentir su lengua lamerme, gemí con fuerza. Siguió succionando esa parte de mí hasta que comencé a humedecerme demasiado. Estaba segura de que jamás había sentido tanto placer; era como si realmente fuera nuestra primera vez.

RESPUESTAS SIN SALIDA [NUEVA VERSIÓN]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora