𝗖𝗔𝗣. 𝗗𝗜𝗘𝗖𝗜𝗡𝗨𝗘𝗩𝗘

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Loren Philips.

La alarma de mi teléfono sonaba sin cesar a las "10 A. M."

Había pedido tiempo para salir temprano; la muerte de Alexa me afectó hasta lo más profundo de mi ser. De alguna manera, me sentía responsable. Aunque hacía mucho que las muertes de los pacientes no me afectaban de esta manera, últimamente mis emociones ganaban terreno.

Era bien sabido que nosotros, los psiquiatras, nos caracterizamos por tener una personalidad fuerte, y por eso evitaba tratar con mujeres o niños; no era lo mío lidiar con emociones tan intensas. Primero la tristeza de Gina al perder a Katie, luego me acuesto con Adrián, después David me confiesa que está enamorado de mí, Adrián de nuevo con el nacimiento de su hijo, acto seguido me beso con David en el baño y ahora la muerte de Alexa. Era demasiado, más de lo que mi mente podría soportar.

«Dios, te pido paciencia para poder resistir este día de mierda, es todo. No te estoy pidiendo bajar veinte kilos, solo dame paciencia», dije en mi mente, aún con los ojos cerrados.

Madison y Mariana sabían todo, ya que había llegado algo alterada por lo que pasó con Alexa y necesitaba soltarlo con alguien. Por lo mismo, hice una cita de última hora con la psicóloga y por suerte aceptó atenderme, justo antes de firmar el divorcio en casa de Adrián, donde seguramente estará Andrea con su hijo.

Tenía que presentarme de manera elegante; no quería que esos dos me hicieran sentir mal. Firmar el divorcio marcaba el inicio de mi nueva vida, una vida feliz y estable que nadie me quitaría. Nadie más volvería a tenerme bajo control; ahora, yo tendría total autonomía.

Apagué la alarma y froté mis párpados para después quejarme por las lamidas que Chispita comenzó a dejar en mi cara.

—¡Basta, basta! ¡Ya sé que es tarde! —gruñí entre risas, mientras él seguía intentando devorarme con sus pequeños dientes.

—Por fin despiertas, cariño. Gracias por la ayuda, Chispita —dijo Mar al entrar por la puerta con una bandeja en las manos que pronto le ayudé a cargar, ya que se miraba muy pesada.

Me había traído el desayuno a la cama: huevos y tocino con jugo de manzana, mi favorito.

—No debiste molestarte, Mar —murmuré con timidez.

—No es molestia, cariño, llegaste hace horas y… ¿cómo te sientes? ¿Pudiste descansar?

—No muy bien, la verdad —respondí con melancolía.

—En verdad no puedo entender cuánta fortaleza hay en ti, Loren. Solo nosotros sabemos exactamente lo que vivimos y por lo que luchamos en nuestro interior. Me siento orgullosa de ti, cariño —confesó con una pequeña sonrisa.

—Calla, Mar, me harás llorar.

Sonreí, ¿así se sentía el amor de madre? Un abrazo al corazón y la calidez del café recién hecho, un sentimiento que nunca había vivido ni visto de cerca.

—Desayuna, hoy te toca pasear a Chispita y recoger sus chispitas —me recordó.

Emití un quejido de frustración, y ella rió antes de salir de la habitación. Era todo un reto mantener a ese hombrecito limpio, siendo un experto en destruir almohadas y babear sábanas.

«Bien, la cita con la psicóloga es a las tres; la firma con Adrián es a las cinco y las compras del supermercado entre ocho y nueve», tomé nota mental, aunque tal vez necesitaría apuntarlo en mi teléfono por si acaso.

—Hoy es nuestro día, hijo perruno. Hoy comenzamos una nueva etapa —le dije a Chispita con calma.

Chispita siguió inquieto, lamiendo las palmas de mis manos, mientras yo trataba de acariciarlo con ternura.

RESPUESTAS SIN SALIDA [NUEVA VERSIÓN]Hikayelerin yaşadığı yer. Şimdi keşfedin