𝗖𝗔𝗣. 𝗩𝗘𝗜𝗡𝗧𝗜𝗦𝗜𝗘𝗧𝗘

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David Johnson.

La luz del día me despertó con su belleza, a pesar de estar un poco nublado; al parecer, el cielo se preparaba para tener una gran tormenta, algo inusual en esta época del año. Hoy tenía una visita que me hacía bastante ilusión: mi hermana menor estaba de vuelta luego de terminar su internado, y me sentía orgulloso de ella, continuaba con la tradición de la familia.

—Johnson, tus medicamentos —gritó la enfermera anunciando su entrada.

Rápidamente me coloqué la camisa del uniforme y me acerqué para ayudarla con la bandeja, como todos los días.

—Buenos días, Sasha —saludé con modestia.

—Buenos días, guapo. Me dijeron que vendrán a visitarte. La última vez que alguien vino fue un primo lejano, ¿cierto?

—Eduardo, sí, lo recuerdo.

Tomé mis pastillas y las pasé con un poco de agua, para después abrir la boca y permitir que Sasha inspeccionara que no tenía nada oculto en la boca ni en las mejillas.

—¿Me invitarás a salir cuando te den de alta definitiva?

Negué con la cabeza—. Tengo otros planes. Deberías buscar a alguien más, eres atractiva, Sasha, pero no eres mi tipo.

Su expresión cambió a furiosa.

—Esa doctora jamás te tomará en serio, ya bájate de tu nube. Escuché que hoy se larga —dijo con amargura.

—¿De qué hablas?

—Karen me contó que ya puso todas sus cosas en una caja y la doctora vendrá por ella esta tarde. Le harán un pequeño convivio de despedida —informó.

Crucé los brazos tratando de encontrar alguna explicación. No sabía si mentía por celos o si realmente Loren se iría sin decir adiós. De igual manera, necesitaba averiguarlo.

—¿Podrías conseguirme su número personal?

—Sarah no vino hoy, no tienes manera de salir —espetó.

Sarah era conocida de mi padre, quien me conocía perfectamente y estaba enterada de los sentimientos que tenía por Loren. Sin duda, una amante de lo prohibido, al igual que yo.

—¿Podrías hacerme ese favor? Yo veré cómo consigo salir de aquí —respondí seguro.

Ella asintió molesta y salió de mi habitación. Me senté en la cama, ya que aún no era la hora del almuerzo y el desayuno me había hecho doler el estómago.

Sea lo que sea, tenía que esperar. No quería sobre pensar, pero mi mente me decía que tal vez no se sentía lista para tener un romance conmigo, y la entendía; su vida era tan compleja como la mía.

Me levanté de la cama con la idea de hacerle un dibujo de despedida. No era fácil decirle adiós, pero ella era un alma libre que no detendría por lo que yo pudiera sentir. Era suyo, pero ella no era mía.

Tomé mi libreta y un lapicero, busqué una hoja en blanco, ya que no me quedaban muchas, y comencé a trazar un boceto de sus ojos, los más hermosos que alguna vez había visto en mi vida. Tal vez, solo tal vez, me hubiera gustado tener una hija con esos mismos ojos grises que cautivan a cualquiera.

Pasaron los minutos y mi respiración estaba algo agitada por la presión que sentía de que saliera tal como lo imaginaba. Después de tanta espera y trazos, vi los resultados que me hicieron sentir orgulloso de haber estudiado dibujo durante tres años. Soplé la hoja para quitarle el polvo del lapicero y le coloqué mi firma en la esquina.

No era el primer dibujo que hacía de ella, pero sí el más especial. Era la manera de demostrarle que no la olvidaría, sin importar cuánto tiempo pasara sin vernos. Sonreí como un tonto al pensar que tal vez ella tampoco me olvidaría.

RESPUESTAS SIN SALIDA [NUEVA VERSIÓN]Where stories live. Discover now