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Sarka caminaba de prisa hacia el interior del hospital, tras ella iba Inui, tratando de seguirle el paso.
—Ken Ryuguji, ¿cómo se encuentra? —preguntó la pelirroja llegando a la recepción del lugar.
La enfermera que se encontraba ahí la miró con extrañeza.
—¿Es familiar suyo? —cuestionó la mujer sin mucho interés, posando su vista en su computadora nuevamente.
—N-No, pero somos cercanos —tartamudeó.
—Si no son familia no puedo darle información; espere a que su médico salga y le de alguna noticia —espetó sin más, ignorando por completo su presencia.
Cuando la enfermera se giró para marcharse, Sarka la tomó bruscamente del cabello, atrayéndola hacia ella, aún divididas por la barra de recepción.
—Dime su estado de salud y en que habitación se encuentra. Juro que si vuelves a negarte, voy a hacer que te despidan, créeme, vas a lamentar esto, puedo hacer tu vida un... —la voz de Inui la interrumpió.
—Sarka, tranquila. Sé que estás alterada, pero, no hay por que llegar a tanto —habló, al parecer había logrado calmarla un poco.
Soltó el cabello de la enfermera, quién la veía con susto al igual que algunas otras personas que estaban ahí.
—¿Y bien? —cuestionó la pelirroja en su dirección.
—¿Cuál dijo que era su nombre? —se acercó a la computadora.
—Ken Ryuguji —acomodó las mangas de su blusa, esperando la respuesta de la mujer.
—Cuarto 208. Está en estado de coma, un especialista se encuentra en su habitación en este momento.
Ya sabía que estaba en coma, pero quería saber si tenía algún avance o algo, cosa que no consiguió.
Luego de que la enfermera terminara de hablar, ambos caminaron hacia el ascensor. Sarka presionó el botón que los llevaría a dicho cuarto.
Las puertas se abrieron, ambos salieron y caminaron rumbo a la puerta 208, al estar frente a ella se detuvieron.
—Lamento lo de hace un rato —se disculpó Sarka mirando a Inui de reojo.
El chico soltó un largo suspiro para después hablar.
—Te entiendo. Sé que Draken es muy importante para ti, también lo es para mí. Está mañana cuando me enteré de lo que pasó, reaccioné de una forma similar a la tuya. Fuí yo quien lo encontró en el suelo, pensé lo peor al verlo con tres heridas de bala y sangre en la cabeza. Cuando los policías llegaron dijeron que había sido un robo. Todo estaba ahí, ¿cómo podía ser un robo? —habló con obviedad—. Luego de una interrogación, dijo que probablemente era un ajuste de cuentas, que así pasaba con las pandillas, dijo que éramos delincuentes... Entonces me abalanzé sobre él y lo golpeé varias veces. No medí mis acciones, y estuve apunto de ir detenido, pero para mí suerte, otro policía intercedió por mí, dijo que yo sólo había caído en las provocaciones del primer oficial —suspiró nuevamente.
