𝗖𝗔𝗣. 𝗩𝗘𝗜𝗡𝗧𝗜𝗖𝗨𝗔𝗧𝗥𝗢

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Loren Philips.

La sequedad en mi garganta me hizo tragar saliva amarga, e hice un gesto de desagrado aún sin abrir los ojos. Después de unos segundos de intensos quejidos, desperté por completo y traté de incorporarme de la dura cama en la que había estado durmiendo, al parecer, durante unas horas.

-Mierda -me quejé al sentir el dolor en mi hombro.

Al instante, me di cuenta de que mi ropa había sido cambiada por una bata blanca del hospital, y el miedo volvió a recorrer mi cuerpo en cuestión de segundos al recordar lo que había pasado con Madeline.

-¿Cómo está mi paciente? -pregunté al ver a un hombre cerca de mí.

-Tranquila, ella se encuentra bien, y usted también lo estará. La navaja rozó ligeramente su dermis, por lo que no fue necesaria una cirugía -explicó con tranquilidad.

«Esa voz... podría reconocerla en cualquier lugar», pensé con una pequeña sonrisa en mis labios.

-¿Qué haces aquí? ¿Cómo lograste llegar sin que alguien te viera?

Escuché una risa de su parte y rápidamente volteó hacia mí mientras se colocaba unos guantes de plástico. Era él, viéndome con esos intensos ojos que me hacían suspirar.

-El fin justifica los medios, y más si se trata de un atentado como este. Sabe, le prometí que iba a cuidar de usted -dijo.

-¿Estás loco?

-Llevo medio año internado en un hospital psiquiátrico, ¿usted qué piensa? -bromeó.

-No es gracioso, David. Deberías irte antes de que se den cuenta de que no estás. Ya es tarde.

-No me burlo de mi situación. Así le llaman a cualquiera que haya pisado un hospital psiquiátrico. Nos ven como si no estuviéramos cuerdos. Es difícil aceptarlo, pero es mejor que aparentar estar bien y no estarlo.

Justo lo que yo hacía, aparentar.

-Gracias por estar aquí, pero no necesito que me cuides. Sé cuidarme sola desde que soy pequeña -respondí.

-No lo necesita, lo sé, pero quiero hacerlo.

-¿Por qué?

-Porque le quiero, eso hacen las personas que se quieren. Se cuidan.

-También te quiero, David.

Sonreí al igual que él. Me sentía más tranquila al tenerlo cerca. Era agradable incluso si no estaba hablando, aunque la mayoría de las veces era así. Sus intensos ojos avellana me recordaban a los de Joana, aunque ella parecía estar cansada en todo momento y David estaba lleno de vida.

-Me gustaría abrazarla, pero probablemente le lastimaría -se acercó a mí y besó mi mejilla-. Con eso basta.

-Tal vez me ausentaré por unos días para recuperarme. Te extrañaré mucho, ¿lo sabes?

-El sentimiento es mutuo, siempre es mutuo.

Luego de unos segundos en total silencio, la curiosidad me ganó y pregunté:

-¿Le pagaste a alguien para que te dejara estar aquí, cierto? No creo que nadie se haya dado cuenta. Han pasado varios minutos.

-No podía quedarme con el miedo de no saber qué había pasado. Además, tengo licencia. Le pondré los analgésicos y me iré cuando se quede dormida.

La puerta de la habitación estaba cerrada, al parecer con seguro por dentro, lo que me daba más tranquilidad de que nadie nos interrumpiría. El aire era frío y las sábanas estaban suaves. Tal vez pasaban de las 8 de la noche ya que el cielo estaba oscuro.

RESPUESTAS SIN SALIDA [NUEVA VERSIÓN]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora