Capítulo III: La fiesta continúa

119 43 114
                                    


Al terminar de bailar un par de canciones con Christopher,  le dije que necesitaba ir al cuarto de baño. Le pedí a Iris que me acompañara, ya que yo no sabía donde era. Allí dentro, me miré  unos segundos en el espejo e ignoré el hecho de que ya se notaban los tragos que tenía en el sistema, hice mis necesidades y abandoné el lugar. Bajé las escaleras, entré a la cocina por un vaso de agua y me topé a Jerónimo solo, con la vista en su móvil.

—¿Qué haces aquí solo y alejado de las personas? —pregunté curiosa.

Quitó su atención del aparato al oír mi voz. 

—Solo escribía unos textos—expresó —. Pero en un momento me iré a dormir. 

—¿Tan temprano? —cuestioné—, que anciano...

— Estoy un poco viejo y cansado —sonrió.

—¿Cuántos años tienes?

—Veintiocho y ¿tú?

—Veinticuatro y también estoy cansada, pero no iré a dormir a estas horas —agregué—. Es más, tengo tanto dolor de espalda que necesito urgente mi hermosa cama o unos buenos masajes pero aun así no me iré todavía. 

—¿Sabes algo? —dijo sonriendo.

—¿Qué? —comenzó a acercarse de manera lenta hacia mi dejando una pequeña distancia entre nosotros.

—Soy muy, muy bueno para hacer masajes —susurró. 

—Un dato muy interesante el tuyo —sonreí.

—Muy interesante diría yo.

¿Por qué me sentía nerviosa?

Como si nunca hubiese tenido un acercamiento parecido a este con algún hombre, que tonta era.

Alejé mis inquietudes de mi mente y seguimos conversando un rato más. En un momento divisé pasar a una chica, Stefanie o eso creía; haciendo muecas algo obscenas sobre jerónimo. Hice mi mayor esfuerzo por no reír intentando concentrarme en nuestra conversación. 

—Iré al cuarto de baño —expresó Jerónimo.

—De acuerdo, yo iré con las chicas. 

—Okey, te veo luego.

Asentí, pasé junto a él y salí al jardín con los demás. Al segundo de cruzar la puerta una persona comenzó a interrogarme.

 —Dime ya qué sucedió —expresó interesada. 

La observé sin entender de qué mierda me hablaba.

—¿Stefanie, cierto? —pregunté a la joven frente a mí.

—Lo siento, que bruta no me he presentado. Stefanie Dixon, ahora dime que sucedió con Jerónimo.

—Sophia, pero supongo que ya lo sabías ¿Tendría que haber ocurrido algo? —pregunté—. No sé de qué estás hablando —me crucé de brazos. 

—Los vi hablando muy juntitos toda la noche —expresó moviendo sus cejas insinuando algo —. Además él te miraba como si quisiera comerte.

—Eso no es verdad —comencé a reír.

—¿Qué sucede? —preguntó Iris cuando llegó a nosotras.

—Sucede que Sophia no quiere aceptar que Jerónimo la estaba devorando con la mirada. 

—Estoy de acuerdo. Es más, yo creí que ya estaban teniendo un maldito sexo salvaje —vociferó—. Ambos se comían con la mirada, todos aquí nos dimos cuenta.

Solté una risa por eso. Creo que no era la única persona a la que le había afectado el alcohol.

—No creo que sea así —expresé restándole importancia —. Además dijo que ya se iba a dormir. 

—Eso suena a una invitación a dormir con él —expresó Iris.

—Estoy totalmente de acuerdo. Tengo una idea —habló Stefanie. 

—¿Qué idea? —dije mirándolas.

—Iris ¿sabes dónde está su habitación? —interrogó sonriendo.

—No, pero podemos buscarla. Vamos.

—¿Qué? ¡¡no!! —abrí los ojos entrando en pánico —¿Están locas o qué?

—Tú, cállate y síguenos.

Ambas me tomaron de la mano y comenzaron a recorrer toda la maldita casa. Subimos las escaleras, hacia donde se encontraban las habitaciones mientras continuaba diciendo que estaban locas. Además, que veía doble gracias al alcohol. Pero solo me ignoraban y se ocuparon de abrir todas las puertas que encontraban a su paso.

En el proceso abrieron una puerta  y había una pareja dentro, automáticamente la cerraron y siguieron intentando con las demás hasta que llegamos a la última del pasillo amplio. Iris la abrió pero estaba a oscuras, así que tomó su celular, encendió la linterna y alumbró la habitación. Se dio vuelta para mirarnos y sonrío de una manera demasiado aterradora.

—¿Es esta? —preguntó Stefanie.

— Si, rápido entra —expresó mirándome. 

Me quedé quieta, entonces antes de que pudiera negarme, me tomaron de la mano y me empujaron dentro de la habitación. 

—Mierda... voy a matarlas —murmuré para mí.

En verdad deseaba asesinarlas, debería investigar cuantos años en prisión podría obtener por un doble homicidio.

Una parte de Mi (Libro 1)Where stories live. Discover now