Capítulo VIII: Rio de janeiro

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Luego de varias horas encerrados en esa enorme caja metálica llamada avión, llegamos al aeropuerto completamente agotados. Fue un viaje demasiado largo para mi gusto, por un momento me arrepentí de haber elegido aquel destino, pero luego se me pasó al observar el hermoso paisaje. 

—Vaya... si hace mucho calor aquí —expresó Sanem. 

—Siento que voy a morir de calor—hablé intentando buscar aire. 

—Dense prisa —ordenó Thomas avanzando hacia la entrada con nuestras maletas.

Decidimos tomar un taxi por el momento y luego rentaríamos un vehículo para poder movernos por la ciudad mucho más cómodos.

Al llegar a nuestro hotel nos dirigimos a la recepción.

—Hola, que tal señorita, tenemos reservadas unas habitaciones —expresó Thomas con una sonrisa a la mujer que se encontraba en recepción. 

—Hola señor —sonrió gentil—, por supuesto, ¿a nombre de quién?

—Finnegan. 

—Muy bien, déjeme verificar... de acuerdo tres habitaciones reservadas para el señor Thomas Finnegan —pronuncia antes de tomar las tarjetas de las habitaciones—. Aquí tiene señor y señoritas, que disfruten de su estadía. 

—Gracias —dijimos al unísono.

Subimos al ascensor para dirigirnos a nuestras habitaciones mientras trataba de concentrarme en respirar y no alterarme. No me gustaban ni un poco los ascensores, padecía de claustrofobia y aunque con el tiempo lo había superado solo un poco, igual trataba de evitar esos malditos espacios.

Por ello utilizaba las escaleras, pero teniendo en cuenta que nos encontramos en un hotel de treinta pisos, no tenía otra opción y no estaba sola.

—Tranquila —susurró Thomas en mi oído y me tomó la mano realizando leves caricias. 

Sanem hizo lo mismo y tomó mi otra mano libre para tranquilizarme. Me sentía nerviosa, muy nerviosa.  Estaba al tanto que tenía que superarlo en algún momento, necesitaba hacerlo porque tal vez un día ellos no estén conmigo.

Solo unos segundos después, las puertas del ascensor se abrieron frente a mí y salí lo más rápido posible de aquel lugar tratando de recuperar mi respiración.

—¿Te encuentras bien cariño? — preguntó Thomas tomándome de las mejillas. 

—Estoy bien, gracias.

—¿Segura? —preguntó preocupada Sanem.

—Segura —sonreí tranquilizándolos.

—De acuerdo, hoy solo nos dedicaremos a descansar y disfrutar de las comodidades del hotel y mañana temprano comenzaremos con nuestro itinerario —expresó Sanem mientras leía su agenda.

Sanem siempre fue una persona super organizada y obsesionada con el órden.

—¿Itinerario? —preguntó Thomas.

—Si Thomas, preparé un itinerario para conocer la ciudad y te guste o no lo haremos —dictaminó—, y no quiero quejas al respecto. 

Suspiré al saber como iba a terminar ese pequeño intercambio de palabras, no sabía en que momento mis amigos se habían vuelto tóxicos.

—¿Y qué sucederá si no quiero seguir tu queridísimo itinerario? —interrogó Thomas provocando a Sanem. 

—No pregunté si quieres o no hacerlo, Thomas —masculló—, lo harás si no quieres que te golpee en tus queridas partes íntimas y te deje sin descendencia —sonrió Sanem—. Aunque pensándolo bien, le haría un favor al mundo.

Una parte de Mi (Libro 1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora