Capítulo 4 | VP

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―¡Zowie! ―gritó por quinta vez―

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―¡Zowie! ―gritó por quinta vez―. ¡Tienes que salir ya! ¡Llegaré tarde al trabajo!

―Te hubieses despertado antes.

―¡Me desperté antes!

―Espera. Ya casi termino.

―Al diablo. Me iré sin ducharme.

―Haz lo que tu corazón te dicte.

Gruñó un par de palabras apenas comprensible al marchar lejos del baño. Si algo odiaba de la convivencia con ella, es que sin importar cuan temprano despertase, si el baño estaba disponible, ella le robaba el turno. Se lo habría dejado pasar en cualquier otro día menos ese, el desgraciado y oscuro lunes en el que ingresaba a trabajar para el desgraciado y oscuro príncipe de Gales. Pensar en él tan temprano le duplicó el mal humor.

Se dirigió a la cocina donde vio a Peete preparando el café.

―Muy bien, niño, yo quiero de esa ambrosía.

Peete sonrió al verla.

―¿Zowie volvió a ganarte la ducha?

Ella asintió mientras lo vio tomar una taza y verter el café en ella para después extendérsela. Anna la envolvió con ambas manos.

―Me despierto temprano en vano. No sé cómo hace, pero cuando voy a meterme a la ducha ella ya está ahí.

―Puedes usar el de mi habitación.

Anna sacudió la cabeza al tiempo que le daba un largo trago al café.

―No voy a ducharme donde Zowie y tú han tenido sexo.

Peete soltó una carcajada.

―Yo nunca mencioné que lo hiciéramos allí.

―Peete, cariño. Yo conozco a Zowie. La conozco tanto que sé cuándo ha tenido sexo contigo.

―A veces olvido que me das miedo ―abrió los compartimientos de arriba y sacó una taza color gris―. Es solo un baño. Es como si te quedaras en una habitación de hotel. Probablemente allí hubo una pareja, pareja que tuvo sexo.

―Sí. Pero yo no los conozco ni tengo que verlos diariamente.

―A mí no me ves diariamente.

―Peete, Peete. Tú no sales de nuestra propiedad.

Él sonrió, dándose culpable.

―Es difícil dormir por las noches ―dijo―. Me preocupa que las dos duerman en ese lugar. Cada tanto están sin luz y la calle es boca de lobo. No veo la hora de que consigas ese departamento para que salgan de allí.

Echó dos cucharadas de azúcar y mientras revolvía el café, dijo:

―¿Por qué no se vienen a vivir conmigo? La verdad paso más tiempo en su casa que en la mía. Es como si viviéramos los tres juntos.

Un príncipe en apuros (PARTE 1 Y 2) - SLC | YA EN LIBRERÍASDonde viven las historias. Descúbrelo ahora