Capítulo dieciocho | VO

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―Pero, ¿cómo es posible? ―bramó su padre por tercera vez.

Una parte de él deseaba haber evitado esta llamada, pero Anna tenía un punto: no podían desaparecerse en medio de la nada y pretender que nadie se preocuparía. Así que después de comer algo, volvió a la casa de campo, conectó la línea telefónica y llamó a su padre.

―El hombre apareció de la nada ―explicó él―. Aprovechó mi distracción para robar el auto.

―¿Qué clase de distracción.

¡Anna!

―Estaba teniendo una pequeña discusión con la señorita Mawson.

―Por el amor a Dios, Charles Queen ―la voz de su padre rugió a través del teléfono―. ¿Cuándo vas a dejar a esa mujer en paz?

Nunca ¿Después de lo ocurrido entre ellos? Habría que estar demente.

―¿Cómo dieron con el auto? ―preguntó para distraerlo.

―Sabes que, por motivos de seguridad, nuestros vehículos tienen un rastreador. La señal indicaba que tu auto estaba moviéndose a las afueras de Westminster. Pensé que estabas apartándote un poco por nuestra última conversación, pero el vehículo se detuvo en una zona a la que no acostumbras a ir. Así que mandé a por ti. Vaya sorpresa. El auto de mi hijo lo tenía un delincuente.

―Todo pasó de repente. Un parpadeo y el auto simplemente desapareció de mi vista.

―Pero llegaste a la casa de campo ¿Por qué no llamaste antes?

Esa era una muy buena pregunta ¿Por qué no solo llamaba y volvían a Westminster como si nada hubiese pasado. Qué misterio más cautivador. Quizá porque necesitaba apartarse de todas esas revelaciones. Porque necesitaba de un tiempo sin alcohol y mujeres alrededor, fingiendo las risas y las expresiones falsas.

O quizá era solo aquella coqueta, loca y absolutamente encantadora rubia con la que ha dormido estos dos días. Y dormir era algo que no hacía con una mujer. Lo que tenía con el sexo opuesto era un contrato carnal. Anna, sin cabida a dudas, era las letras pequeñas del contrato.

Y él nunca leía esas letras pequeñas.

―La línea no estaba funcionando ―mintió.

―Charles, si me vas a mentir, piensa en una mentira mucho mejor que esa.

¿Cómo podía saber que le mentía?

―¿A qué te refieres, padre?

―La habitación de pánico tiene instalada una línea de seguridad. La de la casa la comprendo. La propiedad lleva mucho sin usarse, pero la de la habitación de pánico fue preparada para que siempre funcione.

Ah. Él lo había olvidado.

―Olvidé que la teníamos.

―Charles, soy tu padre. Te conozco mejor de lo que tú mismo podrías conocerte. No te interesaba llamar.

―Eso no es del todo cierto. Iba a hacerlo cuando...

―¿Cuándo terminaras de acostarte con la señorita Mawson?

Maldita sea ¿Cómo lo sabía?

―No voy a negar que es una mujer inteligente y que tiene un carácter muy interesante, pero es nuestra empleada. Es tu empleada. Sabes sobre mi política moralista con respecto a coquetear con el personal.

―¿No fue así como conociste a Tessie? Era miembro del gabinete.

―Pero, distinto a ti, las mujeres no son un juego para mí. Sé lo que harás con ella al regresar.

Un príncipe en apuros (PARTE 1 Y 2) - SLC | YA EN LIBRERÍASDonde viven las historias. Descúbrelo ahora